A veces una imagen vale más que mil palabras, y quizás sea esta una de ellas. Desde que los medicamentos nos acompañan para toda la vida, se producen aparentes incoherencias, que solo nos hablan de cómo somos los seres humanos. Lo que nos preocupa, lo que tememos, a lo que aspiramos va por caminos muy diferentes a los que la razón nos lleva. Las emociones dictan nuestra vida, y ese espacio, gap para los cursis, que va desde la razón a la emoción tiene que ver con el fracaso de terapias que no tendrían por qué fracasar. Intoxicados por el racionalismo, el corporativismo y las añoranzas de un pasado en el que el paciente era un mero sujeto de nuestras acciones, cada profesional tenía su chiringuito o compartimento estanco en el que nadie se metía, ahora nos va como nos va. Unos levantando la bandera del patrioterismo profesional, otros poniéndose por delante su poder y primándolo antes que compartirlo con cualquier otro profesional...y los pacientes, notando las tensiones en cajetillas de tabaco, o algo que se le parece. Qué mundo, y que poca conciencia.
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