jueves, 29 de abril de 2010

LA CONFESIÓN



Seré yo quien vaya a recogerlo a la estación. Esperaré a que salga por la puerta. Le abrazaré como si nada hubiera pasado. Me ofreceré a llevarle la maleta y le propondré que nos tomemos una cerveza allí mismo, mientras esperamos a que llegues. Le preguntaré por su trabajo, si la crisis les está afectando, si cree que Zapatero será capaz de arreglar la situación. Sé que tengo que ganar tiempo. Necesitaré tomarme al menos dos cervezas antes de tener valor para contárselo.

Seguro que en ese momento me preguntará cómo me está yendo a mí. Si en el banco van bien las cosas, o si sigo cenando todos los días fuera de casa. Como si no lo supiera, si es lo que hago desde enviudé de su madre. Él sabe bien que nunca tuve valor para volver entre aquellas paredes, a otra cosa que no fuese meterme directamente en la cama.

Empezaré por contarle que he conocido a una chica, bastante más joven que yo, aunque ella no quiera reconocerlo. Le diré que me he enamorado, aunque a él le pueda parecer una locura. Se reirá, pero se dará cuenta nada más que vea cómo voy vestido. Se percatará de que es cierto, porque la ropa que me elijes me ha quitado veinticinco años de encima, los que tú me llevas.

Creo que en ese momento le gustará la idea. Se quitará un peso de encima, porque así se liberará de cuidarme. Los hombres somos así, no queremos ataduras con nuestros padres. No sé si querrá que le hable de ti, si le apetecerá conocerte. A partir de ahí, necesitaré tener valor para hablarle de lo nuestro. Sé que me pedirá detalles, incluso puede que me gaste alguna broma sobre hermanitos, o Viagra…qué sé yo. Ya sabes cómo somos los hombres.

Tragaré saliva, se me secará la boca y me sudarán las manos. Notará algo en mi mirada. O en que no le miro cuando hablo. Ahí se acabará mi tiempo. Y espero poder mirarle a los ojos cuando le diga que su novia de toda la vida, ahora es mía.

viernes, 9 de abril de 2010

TE- AMO


Querido Melquiades:

Falta menos de un mes para nuestro aniversario de boda. Dieciocho años ya, desde que don Arnulfo, que Dios lo tenga a su lado, nos casó en Santa Anita. Cómo pasa el tiempo. Mejor dicho, cómo pasaba hasta que me vine para España, va para dos años. ¿Te acuerdas de la fiesta de los quince de Daisy? Fue la más triste que ninguno pudimos imaginar, sabiendo que los boletos para irme estaban listos para dos semanas después.

Hoy quería escribirte esta carta. He aprovechado que la señora y su esposo han venido a recoger a la mamá, doña Soledad, para dar una vueltica con ella y llevarla a donde sus hijos. Quería escribirte como te dije antes, porque me gustaría que pudieras tener esta carta antes de que llegue nuestro aniversario. Seguiré yendo al locutorio el sábado para hablar un ratico contigo, y para ver si encuentro en el chat a Daysita o a Henry, pero tenía ganas de ponerte estas letritas, como cuando estábamos de novios en Tambo Grande, nuestro pueblo querido.

Dirás que me volví loca, pero quería decirte cuánto te extraño, mi Melquiades querido. He apagado el celular para que tus llamadas no me distraigan. No te puedes imaginar lo que siento cuando oigo la vibración de tus llamadas perdidas en el bolsillo del delantal. Mi señora dice que soy muy llorona, pero no logro evitar que se me salten las lágrimas cuando escucho tus llamadas. Y aún más cuando te las respondo. Lo dejo sonar una, dos veces, y cuelgo. Te es el primer sonido; amo el segundo.

Mi señora dice que tiene una amiga que está buscando un guarda para su hacienda, y que te podría interesar, que va a hacer todo lo posible por que puedan hacerte los trámites. Tienes que convencer a los chicos, y nos volveríamos a juntar todos. Son ya dos años que no os veo, que no te siento, mi amor, que no nos abrazamos. Tienes que hablar con ellos. Con tu salario y el mío podríamos vivir bien acá. Ya no tendríamos que mandar tanta plata, ya sólo un poco para mi papá y mi mamá, pero ellos necesitan poco.

De repente quería escribirte para decirte lo que te amo y me sale esta carta. No importa. Te necesito, os necesito a todos conmigo. A veces pienso si ha merecido la pena el sacrificio. El trabajo no es malo, mi señora me tiene cariño y su mamá habla poco. Por las mañanas, después de bañar a doña Soledad, la saco al parque, y allí me junto con una characata, la señora Apolonia y otra de Piura. doña Aquilina, y juntas tomamos el sol con nuestras señoras y echamos nuestras lagrimitas, que los días dan para todo. Pero cuando entro en mi cuarto veo que de ustedes nomás que tengo sus fotos junto a la estampita del señor de los Milagros, al que le rezo todos los días por ustedes, y porque sea tan milagroso que nos pueda juntar de nuevo.

Estoy preocupada sobre todo por Henry. No debiste comprarle la motocicleta con el dinero que te envío. Me da miedo que haga el loco, que Lima es muy peligrosa para manejar. Y Daysita me dijo el otro día por el chat que tenía un enamorado. Tienes que saber quién es, y tenemos que convencerla de que se venga si sale tu empleo, porque el abogado de nuestra asociación de emigrantes dice, que si la niña cumple los dieciocho, ya no nos la podemos traer con nosotros.

Yo sé que si todos nos juntamos aquí la vida será otra. Y dejarás de tomar. Yo sé que los tragos son porque me extrañas y porque estás triste. Aquí no es fácil encontrar pisco, así que en cuanto puedas venirte dejarás de tomar, y tendrás de nuevo a tu Rosita para que te cuide.

Mi amor, te tengo que dejar ahora, porque prontito estará doña Soledad por acá. No tardan mucho en devolvérmela. Voy a alistarle sus remedios y calentarle su sopita. Encenderé el celular de nuevo y te haré una llamada perdida. Espero que me la devuelvas tú también.

Manda muchos saludos a nuestros vecinos. Diles que estoy bien, con muchas ganas de visitarles. Y muchos cariños a mi mamá y mi papá. Y a los chicos. Cuídense mucho, los extraño, los adoro, los amo con toda el alma. Que Dios les bendiga.

Tuya

Rosita