tag:blogger.com,1999:blog-80290457746638393382024-03-05T05:12:40.486+01:00Caminos sin trazarLiteratura,salud,vidaManuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.comBlogger46125tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-5020530143129018252013-01-15T20:31:00.001+01:002013-01-15T20:32:28.711+01:00CLARICE Y YO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ueB_OFwAqkekVYpjtVGgXUIMX84Jv_f9NLyvsE9OmwEGGnnoz_IK21L7BSM3RvNoKLQb1iMLnI9hm_5GCQ7CVuB58nm0obI4OBxwPGaBBGZpGITkfz48_Y9_6A_Jfxgkuu4VGxKE0aoy/s1600/clarice-lispector.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="196" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ueB_OFwAqkekVYpjtVGgXUIMX84Jv_f9NLyvsE9OmwEGGnnoz_IK21L7BSM3RvNoKLQb1iMLnI9hm_5GCQ7CVuB58nm0obI4OBxwPGaBBGZpGITkfz48_Y9_6A_Jfxgkuu4VGxKE0aoy/s200/clarice-lispector.jpg" width="200" /></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcOEMoIl2rjipgKrej-G6s-vP9HRSZLj1dh4H_f6X8Gd91VXHrKIw2jfE6jarsqFnBoQCAnDhWtT87Nf13tJpouTSX2UNSHAxetKlEs4-DHEHmOHj9CmP4E9ZKWNzEgYrxNsrKbFqV0F1r/s1600/IMG_7437.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcOEMoIl2rjipgKrej-G6s-vP9HRSZLj1dh4H_f6X8Gd91VXHrKIw2jfE6jarsqFnBoQCAnDhWtT87Nf13tJpouTSX2UNSHAxetKlEs4-DHEHmOHj9CmP4E9ZKWNzEgYrxNsrKbFqV0F1r/s320/IMG_7437.JPG" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo. Esto
escribe Clarice Lispector en su libro “La hora de la estrella”. Reconozco que
cuando escuché esta frase me impactó. Es probable que en otro momento de mi
vida no me hubiera impresionado tanto. Pero este es un tiempo de reflexión, de
introspección íntima para tratar de saber si lo que he hecho hasta ahora para
ganarme la vida, es lo que quiero seguir haciendo.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">No hay peso ni agobio en esta decisión. No hay más
preocupación que la de pensar cómo puedo
ser más útil; cómo puedo ser más feliz y hacer más feliz a los demás; cuál debe
ser mi lugar para que, cuando llegue el día de la partida, pueda sentirme
satisfecho de mi pequeña aportación al mundo.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Cuando tecleo estas frases lo hago desde un lugar cómodo. La
situación económica es bastante mala, pero para mí nunca ha sido buena. Está
claro que es peor, pero no vamos a llorar más de <st1:personname productid="la cuenta. Con" w:st="on">la cuenta. Con</st1:personname> las
tragedias que se están viendo no sería ético.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">He llegado muy alto a nivel profesional. Me siento querido y
respetado. He disfrutado de mi trabajo y de muchas personas que he conocido. He
tenido mis dificultades, que me han hecho crecer y también me han demostrado
mis límites.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Pero soy una persona inquieta, y mi profesión no me permite
avanzar. Por momentos siento que lo que pudiera haber aportado, lo he hecho ya.
Quizás sea la hora de que otros tiren del carro y lo lleven al lugar que debe
estar. </span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Los pacientes necesitan servicios de gestión integral de la
farmacoterapia, para mejorar los resultados de los medicamentos y evitar seguir
exponiéndolos a riesgos innecesarios y evitables.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Los médicos necesitan ayuda para manejar una farmacoterapia
cada día más compleja, que se les escapa de las manos, en perjuicio del sistema
sanitario, de ellos mismos y, lo que es más doloroso, de los pacientes.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">El sistema sanitario público se desangra, entre otras cosas
porque el recurso terapéutico más económico para dar salud, es ineficiente. El
sistema es estrecho de miras, conservador y poco abierto a innovaciones que no
vengan de los de siempre. Los dirigentes están tan llenos de desconocimiento
como de prejuicios hacia los que quieren colaborar pero no les dejan por estar
fuera.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Los farmacéuticos están en cuidados paliativos como
profesión, por no ser más valientes a la hora de afrontar los desafíos del
futuro, por miedo a perder los restos del naufragio.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Suena el despertador. Me desperezo. Hay que ducharse,
preparar el desayuno y estar listo para una nueva jornada de trabajo. Toca ver
pacientes. Luego, escribiré. Escribo porque tengo mucho que hacer en el mundo.</span></div>
</div>
Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-55247318117928121392013-01-14T16:19:00.002+01:002013-01-14T16:19:57.122+01:00VAGABUNDOS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2N3jf-8LQgQUHFitAlEID-LIIxRpaT17M2173Ss5snRM-OexEQJIyyFWsiX3VbejpTI2SjPcQj_XYr2XQhxeDJrU_uNlbiYX4iBM8GeI-fl1RjSsXhSFbd4GDTrNNGU3KmumhSZypeAwp/s1600/Vagabundo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2N3jf-8LQgQUHFitAlEID-LIIxRpaT17M2173Ss5snRM-OexEQJIyyFWsiX3VbejpTI2SjPcQj_XYr2XQhxeDJrU_uNlbiYX4iBM8GeI-fl1RjSsXhSFbd4GDTrNNGU3KmumhSZypeAwp/s320/Vagabundo.jpg" width="240" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Son las siete y cuarto de <st1:personname productid="la mañana. Ayer" w:st="on">la mañana. Ayer</st1:personname> olvidé
bajar por la tarde a comprar el pan, para hacer unos bocadillos que mis hijos
puedan llevarse al colegio. Salgo del portal de mi casa cuando la noche
invernal todavía resiste la llegada de los primeros rayos de sol. El silencio
de la noche se rompe por el vaivén de las ramas de los árboles de <st1:personname productid="la acera. No" w:st="on">la acera. No</st1:personname> escucho ningún
pájaro. Solo la tos del vagabundo que duerme oculto tras unos cartones unos
metros más adelante. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Todavía lo recuerdo la madrugada de <st1:personname productid="la pasada Nochevieja" w:st="on">la pasada Nochevieja</st1:personname>,
al regresar de tomar las uvas con <st1:personname productid="la familia. Unos" w:st="on">la familia. Unos</st1:personname> jovencitos habían organizado una
pequeña botellona en la acera donde dormía este pobre hombre, que iba de un
lado a otro, con una sucia manta sobre su cabeza, sin saber qué hacer para
poder descansar una noche que para él era como una de tantas desde quién sabe
cuándo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Con el sonido de sus bronquios a mi espalda, doblé la esquina
para dirigirme a <st1:personname productid="la panadería. Pasé" w:st="on">la
panadería. Pasé</st1:personname> por el supermercado, que estaba a oscuras,
aunque en el bar contiguo ya había encendida una luz discreta que anunciaba que
pronto iba a abrir. Seguí en dirección a <st1:personname productid="la panadería. Un" w:st="on">la panadería. La luz de unos faros de un</st1:personname> coche
iluminó por un momento <st1:personname productid="la calle. Cuando" w:st="on">la calle.
Cuando</st1:personname> llegué a la altura de los contenedores, oí un ruido.
Alguien hurgaba entre las bolsas de basura que se habían quedado fuera. Miraba,
pero no veía nada. Un segundo después, los ojos de un perro se clavaron en los
míos. Abandonado, buscaba algo que comer entre los restos de comida.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Hacía tiempo que no veía un perro vagabundo. Sin embargo, en
los últimos tiempos era más que familiar ver personas registrando los
contenedores para buscar cualquier cosa, incluso comida. Pero reconozco, y bien
que me pesa hacerlo, que ver a ese perro entre desperdicios me impresionó más
que lo de aquella pobre gente, incluso más que la tos de mi vecino el
vagabundo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Pasé lo más rápido que pude junto al perro, por temor a que
se sintiera agredido por mi presencia. Llegué a la panadería, un modesto
establecimiento de una cadena local de ultramarinos. A esa hora, conté a cinco
personas trabajando ya. Cuando entraba, vi aparcar junto a la puerta a otra de
sus trabajadoras habituales. Seis personas, muchas más que las que trabajan en
el enorme supermercado que aún permanecía cerrado, en todo el día. Pensé en la
economía que habíamos hecho en este país y en el mundo en estos años. Recordé
titulares de los periódicos anunciando la apertura de grandes superficies, que
iban a crear no sé cuántos puestos de trabajo. A costa, obviamente, de todos
los que destruía en establecimientos familiares, como la panadería que me abría
sus puertas a las siete de la mañana.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Regresé con mi pan a casa. Pasé con cierta prevención de
nuevo junto a los contenedores, pero el perro ya no estaba. El sonido de la
persiana subiendo anunciaba que el bar ya estaba abierto. Un señor que no cumpliría ya más los cincuenta años, pasó pedaleando en bicicleta. En el transportín llevaba su rueda de afilador y los instrumentos que necesitaba para el oficio. Otra visión del pasado. Giré hacia mi portal.
El vagabundo ya no tosía, pero seguía debajo de un cartón, que anunciaba aceite
de marca blanca del supermercado de al lado. Subí a mi casa sin ofrecerle
siquiera una pieza de pan al vagabundo.</span></div>
</div>
Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-27891107180948787582012-09-07T13:41:00.000+02:002012-09-07T13:41:08.151+02:00NUNA SERÁS PASADO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLucddlU_e9ozyhZBNYJc6Hlxc7fm8UbvIrHvaDJTWRoQxWpJlll6vSouzXABX5jG_ZJnNnjXs3Gjas1Hsw_Brl_Ute5_yHTLplEv_AIgp-0BYpxwOGHrVJbHCwGzMhqsIZG3C8AC-iH3B/s1600/selva_africana.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="140" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLucddlU_e9ozyhZBNYJc6Hlxc7fm8UbvIrHvaDJTWRoQxWpJlll6vSouzXABX5jG_ZJnNnjXs3Gjas1Hsw_Brl_Ute5_yHTLplEv_AIgp-0BYpxwOGHrVJbHCwGzMhqsIZG3C8AC-iH3B/s320/selva_africana.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal">
Subí al pequeño avión que me repatriaba, con la certeza de hacer
lo que debía. Al sobrevolar las aldeas de techos de paja, las colinas verdes
que habían formado parte de mi vida estos últimos tres años, no sentí nada
especial. Había cerrado una etapa. Conforme tomaba altura, me decía que aquello
que quedaba atrás, era también pasado. Y así fue, hasta que meses después, en
una de esas urbanizaciones de chalets adosados de la periferia, volví a sentir
el olor a tierra mojada y el de la madera que ardía en las chimeneas. Entonces
supe que nunca serás pasado. </div>
</div>
Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-48434458517716511242012-08-08T20:05:00.001+02:002012-08-08T20:05:22.370+02:00INMIGRANTES DE PAGO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9o5B0wtDwlSFZrSCD4xsRXm24YAtPzR7R6fRsjtUQoCsw06avJTPBE_9EYxjy0wobTxMi0b11f1BDCbxRMOemwWmPtyDxwPTTW1-PBaDf2VrOiUCP5Ad9HhKDAhXCoLSq1FZraiY2_7Mb/s1600/hienas+y+buitres.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="212" kda="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9o5B0wtDwlSFZrSCD4xsRXm24YAtPzR7R6fRsjtUQoCsw06avJTPBE_9EYxjy0wobTxMi0b11f1BDCbxRMOemwWmPtyDxwPTTW1-PBaDf2VrOiUCP5Ad9HhKDAhXCoLSq1FZraiY2_7Mb/s320/hienas+y+buitres.jpg" width="320" /></a>No se enteran, no quieren enterarse y no tienen ni idea. Eso es lo primero que se me ocurre decir sobre la política ¿? sanitaria del gobierno de Rajoy, en el que doña Ana Mato va a hacer buena a la de los huesecitos del puchero. </div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
</div>
<br />
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
En un principio, era eso lo que pensaba: una gente inepta, que entiende la salud como un conjunto de prestaciones, manejado como un seguro privado, gracias a esa forma de entender la política que tanto gusta a ese liberal que se está cayendo de su propio apellido, por su incapacidad de entender la crisis.</div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
<br /></div>
Pero ahora resulta que creo que quien se está cayendo del guindo soy yo y esta manera de entender las políticas sanitarias responde a algo mucho más profundo, y más peligroso.<br />
<br />
Una de las demostraciones más fehacientes de nuestra falta de calidad democrática es el hecho de que ciertos aspectos esenciales que no deberían discutirse, como la misión del estado en salud, educación y servicios sociales, son motivo de disputa y debate. <br />
<br />
Si tiene sentido el concepto de estado, lo es como organización que ampara a quienes viven bajo el amparo de sus fronteras. El estado debe fomentar la igualdad de oportunidades entre sus ciudadanos, que estos alcancen el máximo nivel de educación posible, sobre el que se sustente la convivencia y la verdadera libertad a la hora de ejercer el derecho al voto. Empeorar la educación, o no ampararla desde el estado conduce a la ignorancia, la violencia y a la debilidad de la democracia, porque no es solo en la libertad de voto sobre la que esta se asienta, sino en el desarrollo de la autonomía personal que genera la educación, y que hace que esa democracia pueda ejercerse en libertad plena.<br />
<br />
Cualquier estado que se precie, debe cuidar a los más débiles de su sociedad. Entre ellos, sus mayores y sus discapacitados. Por eso debe apostar por dotarse de unos servicios sociales que den calidad a la vida de estas personas, muchos de los cuales son la viva memoria histórica del país, depositarios de una experiencia invalorable. Un signo de civilización de un pueblo, es sin duda el respeto a los ancianos de la tribu. Empeorar los servicios sociales, no apostar por ellos, quiere decir que ese estado que nos hemos dado solo estará a nuestro lado si le somos rentables, y nos conducirá a una eutanasia social en la que solo sobrevivirán los más fuertes, entendiendo como más fuerte el que tenga la billetera repleta<br />
<br />
Y un estado también tiene que trabajar porque sus habitantes disfruten de unas políticas de salud pública que garanticen el acceso a los más desfavorecidos y a los que tienen peor nivel de salud. Pero no únicamente por cuestiones de solidaridad, como ya he escrito más de una vez, sino porque fomentar las desigualdades empeora la salud de todos, ricos y pobres, y eleva de forma drástica la parte del presupuesto que hay que dedicar a este capítulo. <br />
<br />
Para quien no se lo crea, busquen los porcentajes del PIB que dedican a salud. Un país de seguros privados y sanidad privada como Estados Unidos, destinó en 2010, según datos del Banco Mundial, el 17,9% de su PIB a sanidad (y encima, los republicanos clamando contra la reforma sanitaria de Obama, que coarta ese individualismo en el que creen, que es siempre a costa del estado). Un país de seguros privados con sanidad pública como Alemania, pone el 11,6% de su PIB, similar a Francia, que gasta el 11,9% y tiene un sistema parecido. El Reino Unido, con una fuerte apuesta por el sistema público y una potentísima e independiente agencia de evaluación de tecnologías sanitarias, el 9,6% Y España, el 9,5%. <br />
<br />
Ya se puede ver cuánto nos van a costar los presuntos ahorros en Sanidad, y a manos de quienes irá ese dinero. Porque quienes abogan por una sanidad pública de gestión privada, lo que pretenden es exprimir la teta del estado en beneficio de empresas, cuyo único interés es el del bolsillo de sus accionistas.<br />
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
<br /></div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
Si el camino al que nos dirigimos es hacia un modelo franco- alemán, con aseguradoras privadas que gestionan la sanidad pública, en el que se cobra a los inmigrantes ilegales y se hace copago, ese que ha defendido en televisión el presidente de Extremadura, , en breve plazo será unos veinte millones de euros más caro nuestro sistema sanitario español. Y si alguien se pregunta quién pretende el Partido Popular que pague este desfase, ya pueden hacer esta cuenta: según el gobierno hay unos doscientos mil inmigrantes ilegales en España, a los que se pretende cobrar entre setecientos euros y mil quinientos euros al año, la cuenta que sale es entre catorce y veintiocho millones de euros. Una vez más, los más pobres.</div>
<br />
<br />
<br />
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
Pretender que los emigrantes ilegales paguen para garantizar su salud, con el argumento aparentemente paliativo de que las urgencias les quedan garantizadas, no solo es injusto o insolidario. Es xenófobo, va contra las capas más indefensas de quienes habitan esta parte del mundo y hacen que prevalezca sobre la condición de ser humano, su pasaporte. Parece que toda su humanidad se acaba con los que ni siquiera han nacido. De los vivos, solo les interesan los ricos.</div>
<br />
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
En España no se están tomando medidas contra la crisis, esto es mentira. Lo que están haciendo es preparar el asalto al estado por parte de quienes dicen amarlo tanto. Primero, la humillación a la población, despojándola de trabajo digno, de toda esperanza tras haberla culpabilizado de la crisis (ya se sabe, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades). Luego, la mantendrán ignorante y dejarán el campo abierto al populismo. Por cierto, lo único que sube en la última encuesta de intención de votos. Y es que detrás de los depredadores, siempre vienen los carroñeros.</div>
<br />
</div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-80003386062239768632011-08-23T08:24:00.001+02:002011-08-23T08:24:40.035+02:00LA TRANSICIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA, UNA TAREA PENDIENTE<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4xKdEQxZby1pxBsirN-zDGlm09NIxUIYB2W02m-p4WG0qbKI3kIRKriX7hDTFy59sxePHHygdYA_KYxIrY2883HW_5hNXUtVPh0FOQ57yL7cJ4XgfyMgRulqbWdx_beTAn-kyVSDjasmD/s1600/RELIGI%25C3%2593N.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4xKdEQxZby1pxBsirN-zDGlm09NIxUIYB2W02m-p4WG0qbKI3kIRKriX7hDTFy59sxePHHygdYA_KYxIrY2883HW_5hNXUtVPh0FOQ57yL7cJ4XgfyMgRulqbWdx_beTAn-kyVSDjasmD/s1600/RELIGI%25C3%2593N.jpg" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">La visita del Papa a España ha dejado traslucir una de nuestras grandes tareas colectivas pendientes en España, pasar de ser un Estado fuertemente influido por la religión, a otro en el que esta pase definitivamente al ámbito privado de cada cual que deje de ser elemento de confrontación. No se trata solo de que el Estado se declare aconfesional en <st1:personname productid="la Constitucin. Hay" w:st="on">la Constitución. Hay</st1:personname> países oficialmente católicos como Argentina, en el que la bandera del país está en los altares de las iglesias junto a la del Vaticano, y sin embargo sus habitantes muestran una gran tolerancia en esta materia, quizás por ser un país en el que se han instalado emigrantes procedentes de países y religiones muy diferentes. A nadie le interesan, ni le molestan las creencias del otro, que incluso se expresan en cualquier conversación con la mayor naturalidad, sin tener que bajar la voz.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">Sin embargo, en lo que se refiere a temas religiosos, y también en los ideológicos, la sociedad española está marcada por ser en una sociedad de “antis”. Tenemos más facilidad de definir nuestras ideas en confrontación con las de los otros, que tratando de explicar las nuestras. En esto, los políticos actuales de cualquier color (aunque ahora el más predominante y casi único sea el gris) son maestros al tratar de explicar, más que lo que quieren hacer, el peligro de lo que otros pretenden, o lo que estos harían en el caso de que estuvieran gobernando. Pero en lo religioso, lo “anti” aún más palpable, aunque solo salga a relucir cuando aparecen en el debate cuestiones que tengan que ver con las creencias.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">En este país se está perdiendo la batalla de la laicidad, en favor de un anticlericalismo que solo beneficia al victimismo que aduce una parte de <st1:personname productid="la Jerarqu■a" w:st="on">la Jerarquía</st1:personname> católica y un sector más conservador de sus feligreses, a veces nostálgica de la influencia que ejercía en nuestra sociedad en tiempos pasados y que, pese a todo, se va perdiendo sin remisión.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">La verdadera laicidad pasa por el respeto a toda creencia religiosa y a la no creencia. El Estado debe ser muy cuidadoso en realizar inversiones, y la rentabilidad no es un argumento absoluto para hacerlas, en temas que puedan provocar que un sector de la población se sienta agredido. Pero quienes no formen parte de una religión no pueden sentirse ofendidos porque el espacio público, que es de todos, pueda utilizarse por cualquier grupo ciudadano.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">Si hay quien piensa que <st1:personname productid="la Iglesia Catlica" w:st="on"><st1:personname productid="la Iglesia" w:st="on">la Iglesia</st1:personname> Católica</st1:personname> mantiene privilegios en este país, y si sectores de la misma se sienten perseguidos, es que algo está fallando en materia de diálogo. También nos debe hacer reflexionar que en países como Australia, que no es precisamente un Estado de tradición católica, <st1:personname productid="la Jornada Mundial" w:st="on"><st1:personname productid="la Jornada" w:st="on">la Jornada</st1:personname> Mundial</st1:personname> de <st1:personname productid="la Juventud" w:st="on">la Juventud</st1:personname> fue una fiesta en la que participó quien quiso y nadie se sintió molesto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">Si esta Jornada tiene un discutible valor pastoral, si atrae a un perfil de católicos más cercanos a <st1:personname productid="la Jerarqu■a" w:st="on">la Jerarquía</st1:personname> y menos apegado a las capas más desfavorecidas de la sociedad; si el mensaje que se traslada se ve lejano a lo que Jesucristo transmitió en vida, e incluso se cuestiona su figura, eso es un problema interno de los católicos y tendrá sus consecuencias sobre la imagen y relevancia de quienes nos sentimos parte de este colectivo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">Esto no quita que sea absolutamente necesario revisar la relación de <st1:personname productid="la Iglesia Catlica" w:st="on"><st1:personname productid="la Iglesia" w:st="on">la Iglesia</st1:personname> Católica</st1:personname> y el Estado, poner en valor las colaboraciones que estén siendo beneficiosas, y eliminar aquello que sea contrario a la aconfesionalidad estatal. Porque al igual que pocos dudan del valor de ciertas estructuras de <st1:personname productid="la Iglesia" w:st="on">la Iglesia</st1:personname> en la lucha contra la pobreza, más controversia se produce con su papel en la educación pública, y aún más discutible resulta la presencia de los representantes del Estado en procesiones y manifestaciones religiosas, que solo deben afectar a quienes se consideren integrados en las mismas, y en las que nuestros políticos solo deberían participar a título personal, si así lo consideran.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman';">La laicidad solo podrá ser una realidad si se abandona el anticlericalismo, si algunos católicos dejan de explotar el victimismo, y si los políticos dejan de utilizar la religión en su provecho.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div></div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-71583386158873987652011-06-08T23:31:00.004+02:002011-06-14T08:18:37.221+02:00EL BUEN SAMARITANO FUE A LAS TRES MIL<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Hoy, como todos los miércoles que estoy en Sevilla, voy a la consulta del Polígono Sur , el barrio que todos los de fuera de él conocen como las tres mil viviendas, pero al que sus vecinos quieren que se conozca como lo nombré en primer lugar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Como todos los miércoles, tenemos a mucha gente. Cuando estaba entrando la última persona, aparece una extraña pareja: un joven de raza negra que apenas puede tenerse en pie, y otro autóctono, con una pinta que mis prejuicios identificaron como no muy buena, por decirlo de alguna forma compasiva hacia mis pensamientos.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Tras indicarles que para ser atendidos allí deben acudir el martes por la mañana al grupo de acogida ― es decir, casi una semana después ―, el español me indica que el muchacho está muy malito.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La consulta, para quien no la conozca, tenía en principio como objetivo la educación para la salud y la resolución de problemas de la farmacoterapia. Después, con la incorporación de Elisa, nuestra enfermera y Ana, nuestra médica, siguió siendo eso, para crecer con los matices que cada uno llevamos dentro, que ahora se enriquece con la incorporación de Antonia, nuestra bioquímica, y también la de Josefina, nuestra nueva acupuntora. Todo un equipo multidisciplinar. Nuestro punto de partida es ayudar a muchos pacientes, enfermos crónicos en paro y sin recursos, con los que Caritas pone a nuestra disposición, para pagarles la aportación que deben hacer para el pago de sus medicamentos. A partir de ahí, realizamos el seguimiento de sus terapias de forma conjunta, y cada cual aporta su conocimiento para resolver el problema que aparezca.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Al entrar, supimos que nuestro joven senegalés, que vivía en la calle desde hace mucho tiempo, estaba enfermo de bronquitis. Estaba muy enfermo, tirado en la acera junto a la que el español se ganaba la vida aparcando coches de forma ilegal, esa profesión que algún insigne intelectual sevillano denominó con éxito como “gorrilla”.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El español de mala pinta lo recogió del suelo y lo llevó al médico de urgencias, que le recetó unos medicamentos, muy probablemente contra la voluntad de nuestros maravillosos gestores sanitarios, y contra la de que afirman que los extranjeros se están comiendo nuestros recursos. De allí se lo llevó a nuestra consulta, donde, superados mis prejuicios, lo atendimos, y le dimos el documento necesario para que en la farmacia le dieran los medicamentos sin que necesitase abonar nada. Antes de acompañar al senegalés a la farmacia, Ana le dio un papel para que intentaran cobijarlo en otra parroquia en la que reciben a personas que necesitan este tipo de ayudas. Una parroquia por cierto, que no está muy cerca . Se comprometió a llevarlo y dejarlo allí.</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0tBwdjsjmGpiE8mbmDgykIGrsSKsfKBKKovf_rNjPYuaT2hvCsBmeBun83_iWDxj_GnxE0n97fsZ0MVec0VK3RX79SV_YcJzYFGRtpFwoeO6cFYNSlRT5kH9PS9V56iAYgCr50gTzT4FS/s1600/Samaritano.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0tBwdjsjmGpiE8mbmDgykIGrsSKsfKBKKovf_rNjPYuaT2hvCsBmeBun83_iWDxj_GnxE0n97fsZ0MVec0VK3RX79SV_YcJzYFGRtpFwoeO6cFYNSlRT5kH9PS9V56iAYgCr50gTzT4FS/s1600/Samaritano.jpg" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y se fueron. Y recordé la parábola del buen samaritano. Y vi al buen samaritano, al tipo con mala pinta que dejó de sacarse sus euritos para ayudar a alguien a quien no conocía. A ese ante el que yo hubiera pasado de largo. El senegalés se llama Said; el samaritano, ni lo sé.</div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-62853360650927566922011-03-23T22:26:00.000+01:002011-03-23T22:26:56.353+01:00EL SEÑOR NOS VA A AYUDAR<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrDGBIztdC0mxOYmeWO4ToneCC4ulh-1CPH6ZORLEKno625kf3Lup12EQxxw7P8bNn86DhfTFji6i4c43A1dr5Ao24t2oHqM79Yjof7Pei1EMuFCe6igC4QwyT4J-A2d3meC8-wJYQq2G3/s1600/YO_MMG.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="242" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrDGBIztdC0mxOYmeWO4ToneCC4ulh-1CPH6ZORLEKno625kf3Lup12EQxxw7P8bNn86DhfTFji6i4c43A1dr5Ao24t2oHqM79Yjof7Pei1EMuFCe6igC4QwyT4J-A2d3meC8-wJYQq2G3/s320/YO_MMG.jpg" width="320" /></a></div><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Prospère se levantó en la puerta de la Mezquita de Fnideq. Por el paseo marítimo, se aproximaba su amigo Samuel. Chocaron sus manos derechas al saludarse.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― ¿Todo bien, Samuel?</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Más o menos. ¿Cómo te está yendo a ti hoy?</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― No muy bien. Hoy no llevo más de veinte dirhams.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Prospère, mi amigo. Debes volver a salir conmigo a dar una vuelta.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― No, Samuel. Ya no quiero robar más. He llegado hasta aquí, estoy a las puertas de Europa, y no quiero acabar en una cárcel marroquí.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Samuel y Prospère se pusieron a caminar por el paseo marítimo, aprovechando que el atardecer aliviaba el calor de finales de julio. El viento de Levante contribuía a refrescar la temperatura, y el oleaje traía un olor intenso a salitre, y a las algas que la bajamar iba dejando.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Prospère, llevamos más de tres meses aquí. Y todavía no tenemos plan. Es imposible entrar en Ceuta,</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Samuel, vamos a esperar. Dios nos va a ayudar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― ¿Cómo que nos va a ayudar? ¡Prospère! Si ni siquiera este Dios es el nuestro. Tú y yo somos cristianos. Nuestro Dios se quedó en Camerún.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Bajaron a la playa. A pesar de que el calzado que llevaba era muy viejo, Prospére se lo quitó antes de meter los pies en el agua. El frescor alivió sus pies encallecidos y doloridos. Samuel solo se quitó los zapatos después que se le mojasen y la arena entrase en ellos.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― ¿Qué piensas hacer con esos veinte dirhams? ¿Crees que vas a comer siempre de limosnas? ― Samuel se agachaba e introducía su cabeza bajo la de su amigo, que miraba al suelo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― No voy a volver a robar, Samuel. Lo que hice mal, ya está hecho. Yo sé que Dios me va a ayudar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se sentaron delante del mar, a ver cómo las aguas se tragaban el sol en el horizonte. A lo lejos de la costa escarpada, se imaginaba Ceuta. Samuel se echó para atrás sobre la arena, con las manos en la nuca. Prospère tiraba piedras al agua.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Tú confías en Dios, Prospère; yo confío en ti, amigo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Chocaron las manos y se abrazaron, y continuaron en dirección a la calle donde solían dormir. Antes, gastaron en comida los veinte dirhams que había conseguido Prospére mendigando a la puerta de la mezquita. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">*****</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Serían las tres o las cuatro de la madrugada cuando Prospère se despertó. Samuel dormía tranquilo a pocos metros de él. No se oía un alma por la calle, salvo ladridos de perros callejeros y alguna gata en celo. Prospére miraba las estrellas. Comenzó a llorar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Señor, no puedo más.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">―….</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Señor, ¿qué he hecho, en qué te ofendí? No puedo más, Señor.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">―…</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Cuando he podido llamar a mi familia, me piden que resista, que estoy cerca, que tiene que haber una solución. Pero yo no puedo más, Señor. Te pido que me ayudes.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">****</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">A primeros de septiembre,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Prospère continuaba mendigando a las puertas de la mezquita. Los días se iban acortando. Muy pronto llegaría el otoño y sería mucho más difícil poder pasar a Ceuta. Hacía ya dos años que nadie lo había conseguido.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Una señora bien vestida se acercó a Prospère. Traía una bolsa de plástico en sus manos.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Hola, muchacho. Te traigo esto. Ha pasado el verano y mi hijo ya no lo quiere. Quizás tú puedas darle alguna utilidad.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Prospère miro dentro de la bolsa. Era una prenda naranja, con unas piezas rectangulares duras. Al sacarla de la bolsa, vio que era un chaleco salvavidas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Que tengas un buen día ― se despidió la señora alejándose de la mezquita.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Prospère se levantó de inmediato y fue a buscar a Samuel. Cuando le encontró, se acercó a toda prisa, conteniendo los gritos con los que le quería anunciar la noticia:</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Samuel, Samuel. El Señor nos ha ayudado. Ya sé cómo nos vamos a ir. Vamos a entrar a nado en Ceuta. El Señor nos va a ayudar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Tendrás que ir tú solo, Prospère. Tú sabes que yo no sé nadar. Y tenemos solo un chaleco.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Vamos a intentar reunir dinero para uno, Samuel. Aún queda tiempo para conseguir para un chaleco.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">****</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Los dos amigos se pusieron a mendigar. Pasaban los días y no conseguían suficiente para uno.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Hace dos años que nadie entra en Ceuta por mar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― No te preocupes, Samuel. El Señor nos va a ayudar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Era mediados de septiembre cuando se acercan a las playas que hay junto a la frontera. Ese día, el viento estaba en calma. Estaban listos para zarpar. Al caer la noche, Prospère se pone el chaleco salvavidas. También se amarra una soga a la cintura, que va atada a una rueda de camión, que hace de flotador para Samuel. Tienen que salir nadando mar adentro, para evitar las luces de los guardacostas españoles. Deberán ir nadando rodeando las luces. Con los brazos abiertos entonan una oración, que apenas se nota en los labios. Prospère comienza a nadar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― El Señor nos va a ayudar.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-88658512801467488752011-03-02T22:45:00.000+01:002011-03-02T22:45:25.686+01:00ZAPATOS NUEVOS<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYZqPvRF7Esp3xtwB1fHZYOUh-rec0SpPCWLVVyzuP7Ibkl1y6xgyDbZ8hNyZ7Om7wdSEaq8R-5OmEgbZpO1PHhmp03DTYd8HOJN-EiLa6kOA9cFTAtvIAn0ucpQE-sFWJtEexbbqZ-zfF/s1600/MANOLO.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="141" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYZqPvRF7Esp3xtwB1fHZYOUh-rec0SpPCWLVVyzuP7Ibkl1y6xgyDbZ8hNyZ7Om7wdSEaq8R-5OmEgbZpO1PHhmp03DTYd8HOJN-EiLa6kOA9cFTAtvIAn0ucpQE-sFWJtEexbbqZ-zfF/s200/MANOLO.jpg" width="200" /></a>Don Nicolás Sarmiento de Lemos no quiso tomar el tranvía para ir a la casa del General Zavala, a pesar de la fría temperatura con la que había amanecido este lunes de febrero. El General, y su único hijo Gonzalo, Capitán del ejército de tierra, eran casi los únicos clientes distinguidos que le quedaban en su zapatería, la que los Sarmiento habían regentado en la Plaza Bib Rambla durante el último<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>siglo y medio. Lejos quedaban otros tiempos, en los que don Nicolás padre tenía a más de veinte obreros viviendo en los sótanos de la que todavía era su casa y su zapatería.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El señor Sarmiento prefirió ir paseando por la nueva Gran Vía de Colón, curioseando las nuevas construcciones que estaban haciendo, que los más entusiastas periodistas granadinos calificaban como la llave para reverdecer épocas gloriosas en la historia de Granada. Había dejado al cargo de la zapatería a su hija Rosita, aunque bien sabía que era difícil que esta mañana de lunes, con la Semana Santa cayendo este año tan baja, le fuera a traer ningún cliente.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No sabía muy bien a lo que iba, ya que el General don Alonso de Zavala no tenía por costumbre hacer sus encargos hasta un mes antes del Domingo de Ramos. Es cierto que últimamente había protestado bastante, por las ampollas que le habían causado las botas que se le hicieron para la última Pascua Militar, pero no quería ni por asomo pensar que fuera a comunicarle que prescindía de sus servicios. Si así fuera, tendría que malvender la última propiedad que le quedaba en el Paseo de los tristes.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Antes de entrar en la casa familiar de los Zavala, donde le esperaba don Alonso, quiso rezar en la nueva iglesia de los jesuitas, y pedirle al Sagrado Corazón de Jesús que le ayudase a salir de la ruina económica en la que, casi sin darse cuenta, había dio cayendo. Al salir, dobló la esquina de la calle Lecheros y llamó a la puerta de la casa de los Zavala. Un criado le llevó a la biblioteca, en la que le esperaba el General.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Mi General…</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Pase, Nicolás, adelante.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El General estaba sentado en el despacho en el que Nicolás conoció, siendo niño, al héroe de la guerra de África, y padre de don Alonso, don Juan de Zavala y de la Puente, cuyo retrato con el uniforme de los Húsares de la Princesa presidía la habitación. Por un momento recordó su infancia, feliz y despreocupada, de la mano de su padre, entregando los encargos en esta casa, en la de algún concejal, o en el Carmen de los Rodríguez- Acosta.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Usted dirá, don Alonso. Espero que la solución que le dimos a sus botas haya sido de su agrado. La verdad es que no me explico cómo….</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Nicolás, no le he llamado para hablar de eso en este momento ― interrumpió el General ―. De eso, ya se verá para la Semana Santa. Ahora quiero que conversemos de otra cosa. Siéntese por favor.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Sarmiento se sentó de inmediato. No había soltado el sombrero al entrar, y ahora no sabía dónde ponerlo. Así que optó por dejárselo entre las piernas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― ¿Cómo va la vida, Sarmiento? ― el General le ofreció un purito, que rechazó por ser tan temprano.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Bueno, usted sabe. Hay poco trabajo ahora…</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Ya. Por cierto, su hija… ¿Rosita se llama, verdad? </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Sí, sí señor. ¿Qué pasa con ella, ha hecho algo malo?</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― ¿Está casada, Sarmiento?</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― No, no señor. Hay un maestro que está haciendo el servicio militar en Cartagena que le habla...Pero a mí no me gusta para ella. Usted sabe que los Sarmiento en Granada, pues…</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Nicolás, usted y yo sabemos que no tiene un real. Y eso que su padre don Nicolás, que Dios lo tenga en su gloria, le dejó un gran negocio.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">―….</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Que usted, Sarmiento, no ha sabido dirigir.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Verá don Alonso, he tenido mala suerte. Además, los revolucionarios intoxicaron a mis obreros…</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">―<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y el agujero que usted ha tenido en los bolsillos, que no sé cómo no se lo llevó a zurcir a su cuñado Rafael, el mejor sastre de toda Granada.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Al señor Sarmiento le sudaban las manos. Sabía que mucho de lo que decía era cierto, pero tampoco quería rebatir nada, no fuese a perder al único cliente bueno que le quedaba.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Pero no lo he llamado para hablar de eso. ¿Le apetece un café, Sarmiento? ¡Jacinto, trae dos cafés y una copa de coñac para mí! ¿Usted quiere Sarmiento?</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nicolás asintió, por no desdecir nada de lo que don Alonso sugería. El reloj de carillón de la entrada dio las once campanadas, cuando Jacinto trajo los cafés, dos copas y la botella de coñac. El General se sirvió una copa, que tomó de un solo sorbo, después de<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>removerla un poco dentro de la boca. Luego,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>él mismo sirvió una copa para cada uno.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Sarmiento, quiero que seamos consuegros.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nicolás iba a coger el asa de la taza de café, cuando la cambió por la copa.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Quiero que mi hijo Gonzalo se case con Rosita.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Sarmiento no pudo evitar mojarse la nariz de coñac al dar un gran sorbo a la copa.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Don Alonso de Zavala se levantó y comenzó a caminar alrededor de Nicolás Sarmiento con las manos a la espalda. Este hizo intención de levantarse, pero el General se lo impidió poniéndole las manos sobre sus hombros.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nicolás Sarmiento sabía lo que se decía por Granada del Capitán Zavala y sus amigos. Jamás se le había conocido novia alguna, ni interés por las mujeres, a pesar de las juegas a las que asistía por el Sacromonte, siempre con los mismos amigos. Y eso a pesar de esa enfermedad de los bronquios que tenía y que se llevaba tan en secreto.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El General Zavala se sentó junto a Nicolás Sarmiento, al otro lado de la mesa.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Todos saldríamos ganando, Sarmiento. Usted, porque podría volver a recuperar su posición. Y su negocio podría volver a ser el que era. Usted sabe lo olvidadizos que somos por aquí. Si vuelve a haber motivos para ello,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>obviamente.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">A Nicolás se le cayó el sombrero de las manos. Antes de que pudiera recogerlo, ya lo había hecho el General Zavala, que lo puso sobre la mesa.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Y de paso, quitamos esas habladurías e improperios que esos políticos liberales van lanzando por ahí sobre mi hijo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Pero ella está….― Nicolás apretaba con fuerza su sombrero.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― ¿Prometida? Déjelo de mi cuenta, Sarmiento ― y agregó ―. No se preocupe, que no le va a pasar nada al muchacho en Cartagena. Pero usted y yo sabemos lo que le conviene. A usted, a su zapatería….y a Rosita.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El General Zavala volvió a su sillón, lo acercó a la mesa y le dijo al zapatero:</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Tenemos que organizarlo todo para que la boda pueda ser antes de que llegue el verano. En junio. Quiero que sea una boda sonada, que se entere todo el mundo. Después, quiero que se vayan a la sierra durante julio y agosto, porque le vendrá bien a los dos respirar el aire fresco de la montaña.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Don Alonso Zavala se acercó al perchero por el abrigo de Nicolás Sarmiento y le ayudó a ponérselo. El café se había quedado en la mesa sin empezarlo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">― Y quien sabe si después nos dan la alegría de un de Zavala Sarmiento, amigo mío. La semana que viene tenemos que vernos de nuevo, para ir pensando en los detalles.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nicolás Sarmiento se despidió, y salió de la casa familiar de los Zavala. Volvió a sentir frío, a pesar de que ya era mediodía. Tiró para la calle Elvira, en dirección <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>a la sastrería de su cuñado Rafael. Quería contárselo todo a él y a su hermana. Y de paso, ir encargando un chaqué.</div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-64436996775967969742011-02-14T11:02:00.003+01:002011-02-14T11:04:14.462+01:00TRAS LA VUELTA DE TUERCA<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-2vP3a5ogVcxrqoEkBGJnEoc9pHKXRj5mhhz8jSdxAa1JxpOCyyi5UcWju57Ey0a54IgjduESv8WOPIbOWLIQV5mr4bSW9moiyzzpsjyv3Lhv8kgxIM31UJZKeX53XSl8yibzIO8e9Udo/s1600/henry-james-1-guardiian-co-uk.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5573483886515018754" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 209px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-2vP3a5ogVcxrqoEkBGJnEoc9pHKXRj5mhhz8jSdxAa1JxpOCyyi5UcWju57Ey0a54IgjduESv8WOPIbOWLIQV5mr4bSW9moiyzzpsjyv3Lhv8kgxIM31UJZKeX53XSl8yibzIO8e9Udo/s320/henry-james-1-guardiian-co-uk.jpg" border="0" /></a><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbdVKdTDeUPDiDJGspjPaJSZvfDIeNQmA5TslZ_EiEOimk2WbuwVfjeQQOyBie4i87o75Y4Yk5TCmgD46XyZtsDY5dCPMhCNL9o8fxiFhnHSnB4ChGW8v8bqSMgxJmVnWGM9VjpioI1Vq6/s1600/the_innocents.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5573483674675229602" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 192px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbdVKdTDeUPDiDJGspjPaJSZvfDIeNQmA5TslZ_EiEOimk2WbuwVfjeQQOyBie4i87o75Y4Yk5TCmgD46XyZtsDY5dCPMhCNL9o8fxiFhnHSnB4ChGW8v8bqSMgxJmVnWGM9VjpioI1Vq6/s320/the_innocents.jpg" border="0" /></a><br /><br /><div>Apenas hubo terminado, Douglas cerró el álbum con cantos dorados. La cubierta roja me pareció aún más descolorida que al principio. Sin mirar a los asistentes, se levantó del sillón y se acercó a la chimenea. Puso el libro sobre la repisa que hay encima del hogar, y con un pie removió el último tronco que había comenzado a arder. Quienes habíamos escuchado la terrible historia, nos mirábamos unos a otros, y todos a Douglas, sin atrevernos a pronunciar palabra.<br />Se agachó a encender la palmatoria, se frotó los ojos y, sin despedirse, se dirigió a la puerta de la vieja casa. Todos escuchamos la puerta cerrarse. Fue entonces cuando se me ocurrió volverme hacia la ventana. Con espanto, vi la figura de una mujer que me miraba fijamente a través del cristal. Un momento después era Douglas quien se le aproximaba, le tomaba de la mano, y se dirigía a través del jardín, hacia la salida de la mansión en la que habíamos pasado estos últimos días.<br />En la puerta, un carruaje parecía esperarles. El cochero tocaba las riendas de los caballos negros, para avisarles de la próxima partida. Un sirviente tomaba de la mano a un señor elegantemente vestido, que fue el primero en subir. Delante, otras dos mujeres, de aspecto igualmente espantoso, llamaban a un niño y una niña, que jugaban junto al coche.<br />No sé si eso fue lo más horrible, o que al darme la vuelta, me dí cuenta de que el libro ya no estaba.</div></div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-43790740426940678482011-02-09T22:36:00.004+01:002011-02-11T08:51:39.602+01:00BATERÍA BAJA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEkTZ6VX2l-LM6M1U88a6kp36oComBORKsxblb4QVq8QSY7JJmVViInkaj9NKw1esrSZZeclblZ6ss3Y6F8t6-dk5RmJkQwDGzydnu8YljTElpZWQPlu2v7JhXfoCALo3m4yvk3iNV_jqQ/s1600/Bater%25C3%25ADa+baja"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5571807316560338306" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 160px; CURSOR: hand; HEIGHT: 146px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEkTZ6VX2l-LM6M1U88a6kp36oComBORKsxblb4QVq8QSY7JJmVViInkaj9NKw1esrSZZeclblZ6ss3Y6F8t6-dk5RmJkQwDGzydnu8YljTElpZWQPlu2v7JhXfoCALo3m4yvk3iNV_jqQ/s320/Bater%25C3%25ADa+baja" border="0" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">No sé por qué ni cuándo empezó a torcerse todo. Pero no porque hubiera pasado algo, sino porque en realidad eran varias las posibilidades que podían justificar que ella saltara de la cama, y se vistiera tan rápido como solo un hombre sabe hacerlo. La verdad es que en esos momentos yo también sentí tener motivos para estar dolido. Porque después de la noche de sexo que habíamos tenido, tiraba de la sábana para taparse. Lo peor para mí, y en eso reconozco que ella no tenía culpa, fue que en ese momento me dí cuenta de que había olvidado quitarme los calcetines al meterme en la cama con ella. Algo que, si quiero ser honesto, debo achacar a mi falta de costumbre en estos meses de invierno. El caso es que mientras ella se tapaba, a mi me dejaba al aire mis partes más íntimas. A mí ya me habían dicho otras veces que eso no era importante. Lo del tamaño digo. Y más si cuando se está en lo que se está, la cosa variaba sustancialmente. De tamaño, digo también. Pero así en frío, después de las copas que habíamos tomado, y con esas enormes ganas de orinar que tenía, sentía una cierta, diríamos, incomodidad.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Lo cierto es que realmente no sé por qué tomó esa decisión tan drástica. Reconozco que en la fiesta para divorciados ligamos por descarte. Entre los sacaron el revólver rápido, dicho sea esto en tono alegórico, y a los que con el alcohol les dio por llorar, los primerizos que llegan cada semana, no lo tuve fácil. También es verdad que a mí me gusta amortizar la entrada. Aunque debo reconocer que no soy de esos que tienen un atractivo, arrebatador, por decir algo que se entienda. Lo mío es más de conversar, de compartir aficiones, incluso también me va hablar de algún tema intelectual que no sea demasiado elevado. Un ligue con encanto, sí, así podría definirme. Y así, si aguantamos hablando diez minutos de reloj, la cosa no falla y nos vamos a la cama. Reconozco que esta estrategia tiene sus riesgos, porque una vez estuvo a punto de tocarme mi ex, que viene de vez en cuando por aquí desde que se cansó de ella su profesor de pilates.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">A mi me gusta siempre recodarme en una esquina de la barra, con visión estratégica sobre la pista de baile. Un sitio para dejarme ver, y para iniciar el proceso de selección, porque bailando pierdo bastante. Allí solía echarme antes un cigarrito tras otro para ir armándome de paciencia hasta que la pieza cayera en la red. Ahora, con la nueva ley antitabaco se me fastidió el invento, pero he aprovechado para intentar dejar de fumar. La verdad es que cuesta, y no solo por la voluntad que hay que tener. Porque al salir de la farmacia de mi barrio con el tratamiento completo, me había dejado allí media paga.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Y hete aquí que esta noche había venido yo con mis cigarritos mentolados, mi parche de nicotina puesto, y unos chicles de fresa, también de nicotina, por supuesto, que esta vez me daría un cierto aire americano. Y buen aliento para luego. Además, tampoco había olvidado tomarme la pastilla que me habían recetado para que me quitase la ansiedad. La cosa ya estaba declinando cuando ella vino a pedir un cubata a <span style="mso-spacerun: yes"></span>mi esquina. Sentí algo de taquicardia, que achaqué al parche de nicotina, como me previno el farmacéutico. Quizás por ello entré en la conversación antes de lo que hubiera hecho cualquier otro día. Todo fue bastante rápido, porque a los cinco minutos ya estábamos en la puerta de mi casa. Esta vez recortamos la conversación. El zaguán fue testigo de eso que le llaman escarceos previos, que también fueron breves porque la llegada del niño del tercero izquierda hizo que nos abrochásemos algún que otro botón que había saltado. Hasta ahí, bien.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Le ofrecí una copa que tuvimos que tomar a medias, porque se me había olvidado rellenar de agua los cubitos del congelador, y solo quedaban tres. Los hielos se movían cuando cualquiera de los dos acercaba sus labios a la copa. Recordando de otras veces, de cuando salían bien las cosas, giré la copa para beber por el lado en el que ella había dejado la huella de su carmín. Creo que esta vez no se dio ni cuenta.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Y de lo que pasó después, contaré lo que se puede contar. No soy de detalles escabrosos que cualquiera puede imaginar Lo que todos hacemos, o haríamos en una situación similar, pero demasiado rápido. Yo creo que debe ser por tantos medicamentos. No tanto el que yo resistiera poco, que no es la primera vez que me pasa. Lo que sí me preocupó es que después no diera yo para una segunda oportunidad, usted me entiende. Mira que ella lo intentó, en eso he de reconocerle su interés y su voluntad. Pero no hubo manera. Como imaginaba que no iba a colar eso de estoy nervioso o es la primera vez que me pasa, y antes de que ella le quitase importancia al asunto, como es propio en estos casos, opté por hablarle de sentimientos encontrados, que podía haber influido la profunda impresión que me había causado….Yo creo que al final dije lo mismo, pero con otras palabras, lo que no sé si es un alivio. Está claro que por ahí había empezado a torcerse la cosa.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Aún así, ella se me echó sobre el pecho, lo que hizo que me quedase más tranquilo. No estaba todo perdido. En ese momento, sentí la necesidad de fumarme un cigarro, como tantas otras veces. La verdad es que no sabía si ella fumaba o no. Y digo ella porque es que soy muy malo para quedarme con los nombres. La ley nueva no prohíbe fumar en las casas, pero no quería ser descortés, después de la metedura, dicho sea sin segundas, de pata. Así que opté por encender el cigarro electrónico que me habían vendido en la farmacia. Nada más encenderlo, un intenso aroma, nada parecido al eucalipto del que me habían hablado, y más próximo al pachuli de mi juventud, inundó la habitación. Una señal roja de batería baja señaló que algo no iba bien con el cigarro. El farmacéutico me había dicho que venía cargado de fábrica, pero estaba claro que no era así. Y recuerdo bien que le pedí de aroma eucalipto, y no de ningún otro. El caso es que el olor era bastante desagradable. A pesar de todo, opté por pegarle una calada, pero empezó a pitar. Ella me sonreía, pero ya noté que no era esa una sonrisa franca y cómplice. Estaba perdiendo la batalla. </p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Saqué el cargador de la caja, que claramente ponía “<i style="mso-bidi-font-style: normal">tropical flavours extreme sense</i>”, y lo enchufé. Al momento una luz naranja intermitente señalaba “cargando”. Sentí, aunque no sé bien por qué, un cierto alivio. Pero ella ― ¿cómo se llamaba por Dios? ― quiso probarlo, y trató de alcanzar por encima de mi cuerpo la mesita de noche. Sentir sus pechos desnudos sobre mi torso me hizo tener la esperanza de que aún había una oportunidad para mí. Pero sucedió lo inesperado. Iba a preparar mi absolución sexual, cuando ella dio una calada al cigarro electrónico, que permanecía enchufado a la red. El calambrazo fue de impresión, y me pilló a mí también, que estaba debajo. Su boca, mi pecho, la taquicardia….los calcetines.</p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Y el resto ya lo sabe usted. Hace un momento que salió dando un portazo. Creo que dejaré de ir a estas fiestas por el momento. Voy a probar con el pilates. </p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-37995452563769142542011-02-04T10:06:00.004+01:002011-02-04T10:14:49.972+01:00TRAEME APUNTADA LA TENSION<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjd4EkpAW_LQyOTl2-ItCU2NqX68_SDlj-AVlQFFWbEeBBPaREjaI1iPuhB-9Sj296A3pxvi-JDEEAi8L9zFoTf5PpuzaqnF-iXV1VTZEv9wEjdKJ_RHt448438Ofu3ZfP3-O6FBriwYyIb/s1600/Tension%2526Malboro002.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5569760323503889298" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 235px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjd4EkpAW_LQyOTl2-ItCU2NqX68_SDlj-AVlQFFWbEeBBPaREjaI1iPuhB-9Sj296A3pxvi-JDEEAi8L9zFoTf5PpuzaqnF-iXV1VTZEv9wEjdKJ_RHt448438Ofu3ZfP3-O6FBriwYyIb/s320/Tension%2526Malboro002.jpg" border="0" /></a><br /><div>A veces una imagen vale más que mil palabras, y quizás sea esta una de ellas. Desde que los medicamentos nos acompañan para toda la vida, se producen aparentes incoherencias, que solo nos hablan de cómo somos los seres humanos. Lo que nos preocupa, lo que tememos, a lo que aspiramos va por caminos muy diferentes a los que la razón nos lleva. Las emociones dictan nuestra vida, y ese espacio, gap para los cursis, que va desde la razón a la emoción tiene que ver con el fracaso de terapias que no tendrían por qué fracasar. Intoxicados por el racionalismo, el corporativismo y las añoranzas de un pasado en el que el paciente era un mero sujeto de nuestras acciones, cada profesional tenía su chiringuito o compartimento estanco en el que nadie se metía, ahora nos va como nos va. Unos levantando la bandera del patrioterismo profesional, otros poniéndose por delante su poder y primándolo antes que compartirlo con cualquier otro profesional...y los pacientes, notando las tensiones en cajetillas de tabaco, o algo que se le parece. Qué mundo, y que poca conciencia.</div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-68148593592935281542011-02-02T22:23:00.001+01:002011-02-02T22:25:03.895+01:00NO SÉ QUIÉN ES<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFEhQdF0YUWh4D1ASorBmzYhUDXYml6Rha7o2x8_q90ZIUdJWqyS2tBVxXjswBeQ2XfW5lE6_hKaAt7Amr9t876DsEA7SdLoYH-hzECpImrhqY5XBCBc30VdscCQHcZS8tXxPa3Yki_VYh/s1600/pueblo.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 259px; height: 194px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFEhQdF0YUWh4D1ASorBmzYhUDXYml6Rha7o2x8_q90ZIUdJWqyS2tBVxXjswBeQ2XfW5lE6_hKaAt7Amr9t876DsEA7SdLoYH-hzECpImrhqY5XBCBc30VdscCQHcZS8tXxPa3Yki_VYh/s320/pueblo.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5569206337662294818" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Recuerdo muy bien que llegó a casa de su madre el 14 de agosto, un día antes de nuestra Patrona la Asunción. Cojeaba bastante de la pierna derecha, aunque quizás eso no fuera lo que más nos impresionó a quienes lo habíamos conocido desde chico. Ni siquiera su delgadez, ni su cabeza rapada, ni los andrajos que llevaba por ropa. ¡Cómo se va a venir de una guerra! Además, tampoco era la primera vez que los más viejos habíamos visto a los muchachos regresar de un frente. Como el pobre de Frascuelo, el hijo de Indalecio el de la Pirriñaca, que vino de la guerra con los moros y ya no se le escuchó una palabra más.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Estaba yo charlando en el zaguán de la puerta de mi compadre Nicasio, cuando lo vimos doblar la esquina y entrar en la casa. Estaba hecho un viejo. Arrastraba los pies, y parecía que ni podía con el hatillo que llevaba colgando de un palo al hombro. Si usted hubiera escuchado a la madre, los gritos de alegría al verlo entrar…Mire, mire, se me pone la carne de gallina cuando me acuerdo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Lo que no sé decirle es quién de los dos es, si Antoñito o Hilario. Porque resulta que ellos eran gemelos, de la quinta del 36, y a uno le tocó hacer la mili en Madrid y al otro en Sevilla. Y no me pregunte por qué fue así, porque yo no lo sé. Yo recuerdo que su difunto padre se reía, porque su Antoñito, que era el más espabilado, el más leído, y usted sabe, con ideas, le tocaba cerca, en Sevilla; y en cambio su Hilario, que era más tímido y se metía menos en problemas, se tenía que ir a Madrid. Justo lo contrario de lo que cada uno podía haber querido. Los dos fueron al puesto de la Guardia Civil a ver si se podían cambiar, con esto de que eran hermanos, pero les dijeron que no.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">El caso es que a Antoñito le cogió el movimiento en Sevilla, y a Hilario en Madrid. De Hilario no supieron nada desde que comenzó la guerra. En cambio, de Antoñito sí que se sabía de vez en cuando, porque mandaba cartas a su casa. Lo último que se supo de él es que lo enviaron al frente de Cataluña, a la batalla del Ebro, y a partir de ahí ya no se volvió a saber. La familia no decía nada, pero se comentaba por ahí que el hijo estaba fatal, y que quería desertar. Yo, qué quiere que le diga, no sé si eso fue así o no. En el casino era lo que se decía. Y mi mujer también lo había escuchado en la cola del pan. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Lo cierto y verdad es que ni les comunicaron el fallecimiento de ninguno, ni hasta el día de hoy ha dado señales de vida otro que no sea este que ha venido. Y eso que mañana, que es el día de todos los Santos, hace ya siete meses que acabó la guerra. A los pocos días de llegar, fue a su casa la Guardia Civil y no aclaró nada. Su madre insistía en que era Antoñito, el que luchó con Queipo y con Franco, pero en el pueblo había opiniones para todos los gustos. Incluso otro día se presentó en la casa el jefe de la Falange en el pueblo, y dijo que él tampoco lo tenía claro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Y yo decía que para qué se interesaba nadie por ese chiquillo. ¿Pero no se habían dado cuenta cómo estaba? El caso es que mi compadre y otros vecinos de la calle, comenzaron a escuchar sus lamentos por la noche. Don Sebastián iba a verlo todas las semanas a ponerle una inyección. La gente del pueblo empezó a no querer pasar de noche por delante de su casa. Y fíjese usted que es un sitio de paso. Pues nada, preferían dar un rodeo porque decían que escuchaban sus gritos, y también llorar a su madre y a su tía, que son las que se turnan para cuidarlo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Y comenzó lo de la maldición, porque el cabo de la Guardia Civil que se personó cuando regresó el muchacho, y el jefe de la Falange, se murieron de repente, con una semana de diferencia uno de otro. Dicen que hay una orden de Sevilla de descubrir cuál de los dos es, pero en el cuartel nadie quiere ir a la casa a hacer nuevas averiguaciones. Y don Sebastián ha dejado de ir a ponerle ninguna inyección más</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Mi compadre ha puesto en venta su casa, pero nadie quiere comprarla. Se fue a una casa que tiene en el campo, donde tiene unas gallinas, y se tuvo que venir corriendo. Porque de noche seguía escuchando los lamentos del muchacho como si siguiera viviendo en frente. Y cuando recogió sus cosas al día siguiente, se encontró muertas las dos únicas gallinas negras que tenía, Cada una con un tajo en el cuello, las dos cabezas por un lado y los dos cuerpos por otro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">La gente del pueblo ya no les visita. Y cuando la madre o la tía se ponen a la cola del pan, o van a buscar las cartillas, todo el mundo les cede la vez. Nadie les pregunta, ni siquiera les miran. No se oye ni un murmullo hasta que se alejan del lugar. Solo se vuelve a una cierta normalidad después de que las más mayores se persignen dando gracias a Dios al verlas irse.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">El único que entra en esa casa es don Teotonio, el párroco de la Asunción, aunque yo a ese hombre lo veo cada día más desmejorado y cualquier día no sé qué va a pasar.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Hay quien dice que el que está en la casa no es Antoñito, sino Hilario, porque han escuchado los lamentos por la casa en la que vivía su novia Beatriz, la hija de Coloraíto, el que salió por patas con su familia al estallar el movimiento. Al bar de los Coloraos le metieron fuego los primeros días de la guerra, y ellos se echaron al monte sin que nadie haya vuelto a saber de ellos. Unos dicen que los mataron al intentar pasar el frente, y otros que lograron cruzar la frontera de Portugal. Dicen que algunas noches se aparece un hombre cojeando entre las ruinas de la casa, gritando el nombre de Beatriz.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Y si usted quiere saber más, no tiene sino que llamar a la puerta de su casa. Usted comprenderá que yo no le acompañe.</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-92057456864047241242011-01-27T08:31:00.001+01:002011-01-27T08:33:18.553+01:00AZUL, AZUL<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnooaG31XU0DEzVDWjkjuqfb2DDvG3LCWNqyNqlgA6mQSyoPfKqh1bVkXKgOothyphenhyphen-YlGjFMZTC3ABZO85HjojneSMCf762YsLqwpxXXnj1wLuNo_O4uWtbtioqhsZfZHW6UbDN7pGqDw2z/s1600/anciano_junto_mar.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 214px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnooaG31XU0DEzVDWjkjuqfb2DDvG3LCWNqyNqlgA6mQSyoPfKqh1bVkXKgOothyphenhyphen-YlGjFMZTC3ABZO85HjojneSMCf762YsLqwpxXXnj1wLuNo_O4uWtbtioqhsZfZHW6UbDN7pGqDw2z/s320/anciano_junto_mar.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5566765484395883986" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Nunca había visto nada igual. Esas fueron sus primeras palabras al doblar la curva que daba entrada al Paseo Marítimo. Le dí al botón que bajaba su cristal. El olor a salitre se sobrepuso al del tabaco, y el graznido de las gaviotas ahogó por unos instantes al de la música remasterizada de Miguel de Molina, que con tanta dificultad había conseguido unos días atrás, en una venta de carretera, para hacerle más feliz este viaje.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Su escasa cabellera blanca se movía al son del viento que entraba por la ventana. Hice por subir de nuevo el cristal para que no se enfriase, pero su mirada de niño al que le habían quitado su juguete preferido, me hizo desistir. La mañana era fresca, típica de finales de enero, pero el sol calentaba lo suficiente como para sentirme condescendiente con su petición. Al fin y al cabo a eso habíamos venido, a cumplir su deseo de poder ver el mar antes de morir.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Iba con la cabeza fuera y las manos agarradas al cristal de la ventana que no había bajado. El cinturón de seguridad le daba en el cuello, pero eso no parecía molestarle en absoluto. Es más, ni cuenta debería darse. Unos chavales que caminaban por la acera repararon en la cara fascinada de Casiano, el hermano de la tata, y lo saludaron al grito de ¡abuelo, abuelo!</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Solo se volvió para mirarme cuando se dio cuenta de que iba a aparcar. Casi rompe el cinturón de seguridad, de los tirones que daba por quitárselo, para salir lo antes posible del coche. Su mirada, al darle al botón que lo liberaba, debía ser muy parecida a la que tendrá él pronto al encontrarse con Dios, si es que existe.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Tuve que darme prisa en coger el bastón del asiento de atrás, para evitar que se diera de bruces con la acera, porque Casiano estaba más que dispuesto a salir lo más rápido que sus piernas le permitiesen. No me molesté en decirle nada, porque no me iba a escuchar, así que opté por salir raudo, para darle el bastón antes de que saliese del coche. Ya estaba intentando apoyarse en el techo del coche para ponerse de pie, cuando puede agarrarlo por el brazo, para ayudarle a salir y darle el bastón. Se puso la gorra y se agarró a mi con fuerza, con la mano que le quedaba libre.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">La verdad es que no sabía de qué hablar con él. No había tratado mucho al hermano pequeño de mi tata. Salvo algunas veces que nos visitaba en la casa del campo, para ir a ver a su hermana, no lo vi mucho hasta que Gertrudis se jubiló y volvió al pueblo a vivir con él. La tata Gertrudis se hizo su casa en Fuentes de Andalucía, su pueblo, en donde teníamos nosotros también la casa de campo. Casiano y una cuadrilla de albañiles del pueblo se la fueron haciendo poco a poco, con los ahorros que le quedaban de lo que mamá le daba. Y allí se fue cuando se jubiló, casi sesenta años después de salir del pueblo. Porque la tata salió a servir cuando tenía ocho años, aunque a nuestra casa ya llegó cuarentona, cuando nació mi hermana mayor.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Yo iba a verla de vez en cuando después de jubilarse, y fue cuando traté algo más a Casiano, el único hermano de la tata que le quedaba, porque su José, el mayor, murió en la guerra, y una hermana que se tiró al monte, la Micaela, falleció de puerperales en el parto de su primera hija. A pesar de eso, cada vez que aparecía yo, no tardaba en irse a dar una vuelta, como si molestase. Y como la tata no decía nada, tampoco yo quería intervenir, no fuese a meter la pata por algo que se me escapase.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Gertrudis nunca vio el mar, porque el mes que pasábamos en Sanlúcar era el que ella elegía para quedarse en su pueblo. En verano, nosotros nos íbamos con mamá un mes a la playa y el otro estábamos juntos en el campo, que era donde estaba papá casi todo el tiempo, hasta que los naipes y el aguardiente le obligaron a vender. Papá nunca lo superó, y se quitó de en medio. Por eso nunca me han gustado las escopetas ni las cacerías.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Cuando la tata se puso enferma, siempre me decía que su Casiano nunca había visto el mar. La primera vez me pareció curioso que alguien en este país, a finales del siglo XX, no hubiera visto el mar, pero no pensé nada más. Seguro que no era el único que había en Fuentes y en tantos pueblos del interior. Sin embargo, en los meses siguientes, en los que visité a la tata con más frecuencia, aprovechando que me había comprado el coche nuevo, sí que me pareció que Gertrudis deseaba que su hermano viese el mar. Ella nunca me lo pidió, ni su hermano jamás hizo mención delante de mí a un presunto afán por conocerlo. Pero tanta insistencia en el tema me daba que pensar, aunque nunca se lo dije, sabiendo como era ella, incapaz siempre de pedir algo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">El día que enterramos a la tata, hace un año y cuatro meses, era un domingo de finales de verano, caluroso, y con el cielo de un color azul intenso, solo interrumpido por la estela de un avión que se dirigía al sur. Fue entonces cuando delante de su ataúd, sentí que debía cumplir el deseo de la persona que cuidó de mi, y la que más me consoló cuando papá hizo lo que hizo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Desde entonces, no había vuelto por Fuentes. Me presenté muy temprano en la casa, sin avisar. Casiano me abrió la puerta. No le dí ni los buenos días; tan sólo le dije que nos íbamos a pasar el día fuera. No tardó ni cinco minutos en estar listo para salir. Ni preguntó, ni yo quise darle explicaciones. Salimos del pueblo por el camino de nuestra antigua casa de campo. A la entrada, había un cartel anunciando la construcción de un campo de golf de dieciocho hoyos y unos chalets pareados. La antigua casa parecía estar como antes, pero ya no era blanca, sino que la habían pintado de ese color rosado que tanto coraje daba a papá. Mire al cielo, y de nuevo puede ver la estela que había dejado un avión. Seguí mi camino.</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-89277273236323364542011-01-20T08:26:00.002+01:002011-01-20T08:52:30.361+01:00NO SÉ SI ERA RUBIO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMtMkx1fUINol3IJdlK80TThUHbOoMvjFkjUoUsYcxQeRaWlBw-aKtKxSG6hHwb-qAsKexkl_2PzHWThS7DovOqdo20DgFvnigxAfH35DvV5DeWtpsNKYzWksaJy3Eu_cXQpw7pwegR5xA/s1600/BobEsponja.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMtMkx1fUINol3IJdlK80TThUHbOoMvjFkjUoUsYcxQeRaWlBw-aKtKxSG6hHwb-qAsKexkl_2PzHWThS7DovOqdo20DgFvnigxAfH35DvV5DeWtpsNKYzWksaJy3Eu_cXQpw7pwegR5xA/s320/BobEsponja.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5564172837234122338" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Si le soy sincero, me da un poco de vergüenza decirle cómo soy. O como me veo, vamos, porque yo no sé si lo que soy es lo que creo que soy, o lo que otros creen que yo soy. O si parte de lo que soy es lo que pienso que soy y lo que otros creen, ven o dicen que soy. Y la verdad es que habrá otros que ni pensarán ni creerán nada, sencillamente porque pasan de mí, no les importo un pimiento y tampoco van a perder un minuto en pararse a pensar si soy así o estoy fingiendo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Claro, y no es lo mismo que yo hable o que lo haga mi madre o mi hija mayor, mi segunda esposa o la primera. Quién tiene razón, o quién no la tiene, amigo. Eso es muy relativo. Porque aquí, sentados en el banco del parque, mirando la laguna que tenemos delante, con el sol de invierno dándole brillo a sus aguas, la vida se ve muy distinta. Y más si ahora estamos usted y yo tranquilos, sin esa manada de niños, madres, empleadas y demás, que convierten este paraíso en un patio de colegio cada tarde. ¿En su país pasa esto?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Volviendo al tema, mi madre decía que yo era rubio y de pelo lacio. Y yo nunca me he visto así. Yo siempre me vi con el cabello castaño y rizado, hasta que las canas me dejaron sin rizos y sin color. Todavía recuerdo a mi madre antes de morir, cuando mi ex y la señora Celeste le cambiaban los pañales, siempre preguntaba por su rubito. Entonces tenía que entrar yo a decirle algo, haciendo un esfuerzo, ímprobo oiga usted, por aguantar ese ambiente de la habitación, oliendo a desinfectante. Es que los ojos me lloran con olores como los de esas colonias que le echaban después de curarle las escaras.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Así que yo haya sido rubio o no, no se lo puedo demostrar, pero para ser sinceros, mi madre decía que sí, y yo la verdad es que nunca me ví así. Otra cosa es lo de mis ojos castaños. Es cierto que no son muy grandes, pero a mí me gustan. Sí, usted dirá que son de un color muy vulgar. Además, las pestañas rizadas que a mi madre tanto le gustaban ya no existen. Por cierto, que esas sí que las conocí yo. De eso puedo jurarle y perjurarle que sí, que las tenía. Yo creo fue cuando me operé de cataratas cuando se me terminaron de caer. Qué le vamos a hacer. No sé qué le parece, pero por el color de mis ojos, la verdad es que no le veo mayor importancia que yo fuese rubio o castaño de pequeñito. Si hubieran sido, un poner, verdes o azules, pues no sé qué decirle. Porque gustos hay para todos los gustos. ¿O no se dice así? O que de gustos no hay nada escrito. Vamos, que hay gente para todo, que es a lo que me vengo a referir.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Porque para eso también influye el color de la piel. Ahora en invierno estamos todos muy blancos, y es posible que no se lo crea. Pero yo, a pesar de lo blanquito que me ve usted, me ponía muy moreno en la playa. Se me pegaba el sol y me daba un color muy bonito. Y yo creo que para eso, es mejor ser castaño que rubio, ¿verdad? Porque los rubios suelen ser blanquitos y ponerse como salmonetes en la playa. ¿En su tierra son todos como usted?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><span style="mso-spacerun:yes"> </span>La verdad es que el color que lucía yo paseando por la playa de Chipiona era de lo más bonito. Un color, cómo le diría yo, como el de Julio Iglesias. Aunque sin la blancura de sus dientes, porque a mí lo que me ha perdido siempre ha sido el tabaco. Ahora ya no, desde lo de la angina de pecho. El médico me metió miedo y ya no he vuelto a probarlo. Pero en mis años mozos, encendía uno y apagaba otro. Así me ha dejado de reliquia este problema de los pulmones, que tengo que estar todo el día tirando de <i style="mso-bidi-font-style:normal">ventolines</i> y escupiendo cada dos por tres.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Pero, imagínese, yo moreno, con el pelo rizado y un buen tipo, cómo me paseaba yo por la playa de Chipiona. Así me busqué yo la ruina de mi primer matrimonio. Fue un día, paseando con mi madre por la playa, a la altura de la Virgen de Regla, cuando ella se encontró con una antigua compañera, de cuando trabajaba en las 7 Puertas de dependienta de telas, antes de casarse. Esta señora estaba paseando con su sobrina, que era hija de un hermano suyo que había emigrado a Alemania. Y ya puede usted imaginar, con lo adelantados que han sido siempre los alemanes en materia sexual, lo que pudo pasar. Y lo que pasó Resulta que mi mujer se había ido a Sanlúcar de Barrameda el fin de semana a ver a su hermana, y yo me quedé con mi madre, porque mi padre se había muerto el mes antes y me daba mucha pena dejarla sola. Total, que pasó lo que pasó, y que Chipiona es muy chico y la gente larga mucho.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Pero bueno, a lo que iba. Que usted me ve muy blanquito, pero es porque ya no voy a la playa. Y que las canas me han quitado los rizos, pero que antes los tenía. Y que antes de que me pregunte, pues no, no me casé con la alemana. Aquello solo fue un lío de verano, y mal rayo que me hubiera partido, con el dinero que tenía la familia de mi señora.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Aunque mi madre siempre decía que lo mejor que tenía eran mis manos. Fíjese, fíjese en mis dedos. Si no fuera por la artrosis, se verían muy largos. Mi madre decía que tenía manos de pianista. Pero la puñetera no me metió ni a clases de guitarra. La verdad es que no sé si hubiera sido un buen pianista, pero ¿y si lo hubiera sido? Yo qué sé, quién puede saberlo. Pero si uno tiene cualidades innatas, sus padres deberían hacer por aprovecharlas, ¿no cree? Yo, desde luego, me acuerdo mucho de mi madre. No le reprocho nada, pero, será casualidad o no, no era rubio, sus amistades se cargaron mi primer matrimonio, nunca me metió en clases de piano. Pero bueno, yo la quería, y eso es lo importante. Porque, rubio o no, los hijos siempre tenemos que querer a nuestras madres. ¿Me lleva ya de vuelta?</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-7871180251838089982011-01-15T21:24:00.001+01:002011-01-15T21:25:40.833+01:00GASTO SANITARIO: ALTERNATIVAS AL COPAGO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja4FTAgfQdsFvnt_ctUESkC3st6_tloMmaxOMM2D2etjAwoRfITUne-kuAwUSeCrcr9mC6ZVlE8Pbf3u0WrLIK_-TWXHOmVG88DU2j2ztvx5KTtyQpXVEV8JGfh8LwjG2keOANNyS9qX4O/s1600/euros.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 293px; height: 172px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja4FTAgfQdsFvnt_ctUESkC3st6_tloMmaxOMM2D2etjAwoRfITUne-kuAwUSeCrcr9mC6ZVlE8Pbf3u0WrLIK_-TWXHOmVG88DU2j2ztvx5KTtyQpXVEV8JGfh8LwjG2keOANNyS9qX4O/s320/euros.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5562511457374889026" /></a><br /><p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Quizás usted, como yo, como tantas personas, esté preocupado por la crisis económica y por los recortes sociales que nos acechan. Quizás usted consuma medicamentos, sufra alguna patología crónica, y le hayan congelado la pensión, disminuido su salario o, desgraciadamente, se encuentre en paro y tenga dificultades incluso para pagar lo que le corresponde de sus medicamentos. Quizás incluso haya tenido que visitar algún hospital y ya le hayan presentado una factura de las llamadas sombra, sobre el gasto que haya supuesto atenderle, o simplemente le hayan dicho que sus tratamientos son muy caros. Puede también que haya oído por ahí que se abusa de la utilización de los servicios sanitarios, especialmente las urgencias, que mucha gente no se toma los medicamentos que le recetan, y que todo esto amenaza la sostenibilidad del sistema sanitario. Quizás por ello se sienta culpable, y si no se siente así, piense que otros usuarios como usted, sí que lo son. Lo que quizás no sepa o no perciba, es que a usted y a otros como usted, o a sus familiares o a sus vecinos, incluso a los profesionales de la salud que le atienden, los están haciendo culpables de las muchas ineficiencias del sistema. Y además, caso de que estos argumentos le hayan hecho mella, le están preparando para aceptar como inevitable algo que, quizás también, no tenga por qué serlo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Ni usted ni yo tenemos que negar que hace mucha falta que todos nos responsabilicemos de unos servicios públicos, sanitarios o no, que hemos tardado generaciones en conseguirlos y que sería un gravísimo error por parte de todos, gestores, profesionales y usuarios, deteriorarlo al punto de su extinción. Por eso, es importante que caigamos en la cuenta de lo que nos jugamos. Y por eso también no sólo hay que tomar medidas restrictivas, sino probar nuevas alternativas que puedan aminorar gastos evitables y añadir eficiencia en la utilización de los recursos disponibles. Como el caso de nuevas prácticas asistenciales que traten de añadir eficiencia a lo que hay.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Un ejemplo: un paciente acude a una consulta de una de estas nuevas prácticas asistenciales. Tiene ochenta y tres años y su médico le ha dicho que, como su corazón está muy lento, le van a tener que poner un marcapasos. Marcapasos que según los datos publicados por los servicios sanitarios, cuesta implantarlo más de nueve mil euros. Este nuevo profesional estudia la medicación del paciente. Comprueba que un medicamento le está produciendo ese efecto de enlentecer el corazón y sugiere al médico del paciente su sustitución por otro, de beneficios similares, pero sin esos efectos perjudiciales. Se evitó el marcapasos. El gasto farmacéutico del paciente se elevó en un euro al mes, pero se evitó otro procedimiento sanitario muchísimo más costoso, en un paciente al que se le podría pagar doscientos años más de medicamentos con el ahorro del marcapasos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Esta práctica asistencial se ha denominado en Estados Unidos “Medication Therapy Management” y en España “Seguimiento Farmacoterapéutico”. En Norteamérica, hay estudios que demuestran que por cada dólar invertido en pagar a profesionales que ejerzan esta actividad, la entidad proveedora, lo que en España serían nuestros Servicios de salud, ahorra más de cuatro dólares. Un negocio rentabilísimo para todos. Y no sólo porque lo público sea de todos, sino porque se evitan, además de gastos innecesarios, sufrimientos también innecesarios en personas como usted.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Es obvio que este caso es, aunque real, anecdótico. Andalucía ha sido pionera en esta nueva práctica asistencial, para la que todavía no hay profesionales formados en cantidad suficiente. Profesionales que, dicho sea de paso, son farmacéuticos, deseosos de contribuir con su esfuerzo a nuestra sociedad. Al igual que con otras apuestas sanitarias, todos necesitamos la oportunidad de invertir en un centro piloto, en el que se puedan estudiar los beneficios reales de esta nueva práctica, y obrar en consecuencia. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Quizás todo esto no lo supiera usted. Y ahora que ya lo sabe, ¿piensa que otra sanidad pública es posible? Si cree que sí, exíjanoslo a todos. Está en su derecho.<o:p></o:p></span></p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-82994389193705593412011-01-12T23:30:00.004+01:002011-02-03T11:53:51.393+01:00AQUEL VIERNES DE JULIO<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVcxQ3gvEdmwDZaF76sBNbZadrCN0VeESGTLjh0j7zfLGicSU3ujv02quYky9re94tq4W2Oil2zjNfaThkoqbUSglyubMCdV_8NRK_54Cmmbzp374QUvN8fWiAOEmtHkj3g359QjBjGftb/s1600/CIMG2468.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5569414765628420114" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVcxQ3gvEdmwDZaF76sBNbZadrCN0VeESGTLjh0j7zfLGicSU3ujv02quYky9re94tq4W2Oil2zjNfaThkoqbUSglyubMCdV_8NRK_54Cmmbzp374QUvN8fWiAOEmtHkj3g359QjBjGftb/s320/CIMG2468.JPG" border="0" /></a><br /><div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHfzyIRpdyA0XyMj6fCW2z89KDSqGmsml3eZOwnBVHh_oG_8mAs40yi-1DcvvANn3w4quj0vlh3hFcsUPj64TRnLgLdF2XvNcV0Bz4nTYoYFdWZLsXas1iMgVkcgZEmall7iTNlbVHhiZS/s1600/queipodellano.jpg"></a><br /><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">El coche se detuvo a la puerta del chalet Villa Marisma, poco más allá de la antigua finca del Marqués del Nervión. El chófer abrió la puerta de atrás, para que don Bosco Quincoces y Alvear saliese, para asistir a la timba de los viernes en la casa de su buen amigo don Juan de Villarrasa.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Por la puerta lateral de la casa, se veía entrar a las señoritas contratadas para la ocasión. Como aún no era noche cerrada, don Bosco optó por esperar un poco para salir del coche. Aún así, le pareció ver que entraba Chari, la morena de pechera abundante con la que tanto había disfrutado la semana pasada. A pesar del calor de mediados de julio en Sevilla, sintió que su boca y sus labios se humedecían al recordarla. Cuánto deseaba repetir la experiencia.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Después de ver entrar al último de los flamencos en la casa de los Villarrasa, se decidió a salir del coche. El aire que se había levantado era cálido y no refrescaba especialmente la noche, aunque sí que se notaba que la temperatura era algo más baja en las afueras de la ciudad. Aunque nada que ver con la de su casa del Aljarafe, en donde sí que se podía sentir el fresco que permitía disfrutar la discreta altura de esas tierras, que se elevaban sobre la ciudad.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">― Baldomero ― se dirigió don Bosco a su chófer al despedirse ―, dígale a la señora que mañana la veo en Las Carrascas. Usted me viene a recoger aquí a eso de las doce, y que su hijo Sebastián la alargue más temprano en el Hispano Suiza. Ya estoy harto del calor de Sevilla.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Al acercarse a la puerta de la casa, podía divisar a lo lejos la cárcel de Ranilla, y sus cercas iluminadas. Sintió el olor a dama de noche de los jardines de Villa Marisma, y el afinar de la guitarra de <i style="mso-bidi-font-style: normal">Pepe el Gitano</i>, uno de los mejores guitarristas de Triana, el hermano de <i style="mso-bidi-font-style: normal">Rafalito el triqui-traque</i>, del que decían que era todavía mejor que él, hasta que le dio por la lucha sindical en la CNT.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Esta vez había sido el último en llegar. Al entrar, pudo ver que ya estaban Luisito Tellería, hijo del Conde de Pozosanto y Lalo Falcón. Y le dio mucha alegría que se hubiera reincorporado el doctor Gregorio Inchausti, a quien un ataque de gota le había impedido asistir a las últimas partidas.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Uno de los criados trajo una copa de La Ina a don Bosco, nada más saludar a sus compañeros de fiesta. Al fondo del salón, junto a la chimenea adornada por aperos de labranza, el cuadro flamenco trataba de coger el tono con una bulería. Bosco Quincoces sintió que el corazón se le aceleraba al ver que una de las que acompañaba a las palmas era Chari.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">― Bribón, no mires tanto a la Chari ― era el anfitrión de la casa quien molestaba al recién llegado ―. ¿Quieres disfrutarla de nuevo, eh? A ver cuándo nos dejas probarla a los demás.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Bosco no pronunció palabra, pero su sonrisa de aprobación dejaba bien claras sus intenciones.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Después de unas copas acompañadas de jamón de Huelva, queso de Aracena y chacinas de la sierra, pasaron a la sala contigua, en la que todo estaba preparado: las cartas, el whisky… incluso los orinales.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">La partida fue larga. Los que más perdieron fueron el doctor Inchausti y el de Pozosanto, que se dejaron más de mil pesetas cada uno. Bosco Quincoces salió a la par, aunque eso no era para sentirse muy optimista, ya que llevaba perdido en lo que iba de verano un buen dinero, como para pagar la recogida de las aceitunas que se avecinaba para finales del mes que viene, si los jornaleros no iban a otra huelga general.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Sin embargo, el mejor premio para el hijo del insigne agricultor don Rodolfo Quincoces y de la Maza, fue llevarse a Chari de nuevo a la cama. Esos pechos morenos y duros que le volvían loco. Mientras los besaba con pasión, y sentía la respiración agitada y los movimientos de sus caderas pidiendo que la penetrara, se juró que no la compartiría con nadie. Chari sería suya para siempre. O por lo menos, mientras su cuerpo de cincuentón aguantara acostarse con una mujer treinta años más joven.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Después de hacer el amor, Bosco encendió un cigarro, que compartió con Chari. Le echó el brazo por los hombros y le acarició su melena rizada. Ella se echó sobre su pecho.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">― Chari, quédate esta noche a dormir conmigo.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify"><?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: center" align="center">***** </p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify"><o:p></o:p></p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">El reloj marcaba las ocho de la mañana cuando Bosco Quincoces se dio cuenta que estaba solo en la cama. Fue el abrir y cerrarse de la puerta lateral de la casa, a la que daba el balcón de su habitación, la que lo despertó. Desde allí vio irse a Chari y el resto de mujeres camino del tranvía. El frescor de la mañana y el canto de los pájaros casi no dejaban escuchar sus conversaciones mientras se alejaban.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Como todavía faltaba para que Baldomero pasara a recogerle, optó por intentar dormirse otra vez. Reparó entonces en la foto de la imagen del Gran Poder, dedicada a don Juan de Villarrasa padre, que estaba sobre la mesita de noche, sobre el paño de crochet manchado de cenizas.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify"><o:p></o:p></p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: center" align="center">*****</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Parecía haber pasado apenas unos minutos cuando Bosco Quincoces se despertó de súbito, al escuchar unos disparos. Salió a mirar por la ventana, y vio gente corriendo por la calle, y un camión con soldados a gran velocidad. También escuchó movimiento en la planta baja de Villa Marisma.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">― ¡Un levantamiento militar! ― gritaba don Juan de Villarrasa.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Todos salieron de sus habitaciones casi al tiempo y sin terminar de vestirse. El doctor Inchausti hizo por abrir la puerta principal, a lo que el dueño de la casa le quitó la idea de la cabeza.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">― Quítate de ahí, ¿no oyes los disparos? ¿No ves que estamos cerca de barrios obreros?</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Don Juan fue a encender la radio, a la vez que pedía a los criados que peraparasen café.</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">― Esa es la voz de Queipo de Llano ― exclamó Luis Tellería ― es él el que se ha levantado. ¡Con un buen par de cojones!</p><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify">Todos se abrazaban. Juan de Villarrasa rebuscaba en un arcón su camisa azul de falangista. El olor a café que venía de la cocina abrió el apetito a los que allí estaban. Una piedra rompió una de las cristaleras del salón. Mientras pasaban a la cocina, Bosco pensaba si Chari habría logrado llegar a Triana.</p></div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-57679143467160168922011-01-06T21:26:00.000+01:002011-01-06T21:26:23.374+01:00Caminos sin trazar: LA CABALGATA DE REYES<a href="http://caminossintrazar.blogspot.com/2011/01/la-cabalgata-de-reyes.html?spref=fb">Caminos sin trazar: LA CABALGATA DE REYES</a>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-81547540242393506062011-01-06T13:29:00.008+01:002011-01-06T18:01:44.498+01:00LA CABALGATA DE REYES<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_9k6cldINQatYbPrBDSRJZFVgA4-sIdPS8qmKxhrdrB1B9T1kWG-0AeQ9xFZkaUlONpWnoE3JUirOKsgrIvVPDb2p2Vy2Lx7x9I1ToT398V5dRrh_U5kecsRFpxfAmaRq8XiqcFOT2Ohz/s1600/CIMG2442.JPG"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_9k6cldINQatYbPrBDSRJZFVgA4-sIdPS8qmKxhrdrB1B9T1kWG-0AeQ9xFZkaUlONpWnoE3JUirOKsgrIvVPDb2p2Vy2Lx7x9I1ToT398V5dRrh_U5kecsRFpxfAmaRq8XiqcFOT2Ohz/s320/CIMG2442.JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5559119119821269378" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Hay fiestas por las que la ciudad de Sevilla es muy conocida: la Semana Santa y la Feria. Sin embargo, hay otras celebraciones que no lo son tanto, que atraen menos turistas y, todo hay que decirlo, atrae menos a esos sevillanos a los que solo les interesan las fiestas como excusa para juerga ajena a lo que se celebra. Entre las fiestas religiosas más íntimas, pueden estar la solemne procesión del Corpus Christi, o la de la Virgen de los Reyes el 15 de agosto. Sin embargo, hay para mí un día muy especial a lo largo del año, que se celebra en uno de sus primeros días, el 5 de enero, y que es la Cabalgata de Reyes Magos.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">En España, al igual que en México o la República Dominicana, los regalos no los trae Papa Noel, Santa Claus<span style="mso-spacerun:yes"> </span>o el Niño Jesús, sino sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, que llegan con sus cortejos la tarde del 5 de enero, para dejar por la noche sus regalos en las casas, ayudados por sus pajes, y el inestimable apoyo logístico de sus camellos. Debido al esfuerzo tan grande que hacen, los niños, que dejan sus zapatos en el salón de su casa para que sepan dónde dejar los juguetes, también les ponen algo de comida y agua para los animales, que casi siempre son consumidas, al menos en parte.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Los sevillanos reciben a los Reyes, que vienen en una cabalgata junto a muchos personajes de ficción, como Blancanieves, El Quijote, Indiana Jones o Bob Esponja, junto a la Estrella de la Ilusión, que comanda el cortejo, el Mago Merlín y multitud de pajes que, a pesar del trabajo que les queda en esa noche, no dejan de cantar y bailar, animando a todos los que acuden a verlos. Se lanzan caramelos durante las ocho horas que dura la cabalgata, y niños y mayores se desviven por ser los que más recogen.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Dicen que es una fiesta para los niños, y por eso es una fiesta para todos. Es el único día del año en el que los más de setecientos mil habitantes de la ciudad se vuelven niños. Únicamente se pueden distinguir los niños unos de otros, porque unos son más altos y otros más bajitos, unos tienen barba o peinan canas, y otros están repeinados por sus madres.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Sevilla rejuvenece ese día. Por unas horas, se olvida de su sentimiento de derrota como ciudad, de su añoranza por un pasado glorioso que fue, y del que tan solo quedan sus tradiciones. Unas tradiciones amenazadas por la mediocridad de los que las rodean y por el capitalismo que todo lo mercantiliza, incluso la pasión y muerte de Jesucristo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Por un día, los sevillanos dejan a un lado su muerte lenta como ciudadanos, y sacan a relucir la energía inagotable de los niños, su alegría y sus ganas de vivir.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Sevilla es el día de la Cabalgata de Reyes esperanza de resurrección. No todo está perdido. Tras la mediocridad de sus dirigentes, la pobreza de su sociedad civil, la miseria y la envidia pueblerina de muchos, la cortedad de miras de otros, o el empequeñecido mundo en el que viven sus reyezuelos de tres al cuarto, hay una Sevilla que dice el día 5 de enero que no todo está perdido. Que la energía vital, que sólo se vive el resto del año en sus barrios más olvidados, puede volver a impregnar la ciudad. Y que la gente que cada día intenta abrirse paso por lo que es, algún día se le respetará por ello. El día 5 es la victoria del pueblo olvidado de Sevilla, que contagia de alegría a sus reyezuelos, a su cincuenta familias de toda la vida y a las otras cinco mil que se dan patadas en el culo por ser parte de esas cincuenta.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Si los sevillanos quieren otra Sevilla, deberán vivir como si todos los días fuesen 5 de enero.</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-6741710346677904842010-12-29T18:43:00.001+01:002010-12-29T18:47:06.558+01:00LOS SIETE ZAPATOS SUCIOS DE ÁFRICA<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKDJHB1B9-IakkvtXMIIq9ddx2EMvpRxy8oIBq-S3ma8mIdbzUklNjVv1ZXUpPVWwoxObRvXgLJ7Ubw4cEdnJ6rEGtlWLJyJYcNKdRNuxbBXcWOmCvs0pt-8iUxKMUQrYmviNhtp1v-lSC/s1600/zapatosviejos.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5556162183527772082" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 258px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKDJHB1B9-IakkvtXMIIq9ddx2EMvpRxy8oIBq-S3ma8mIdbzUklNjVv1ZXUpPVWwoxObRvXgLJ7Ubw4cEdnJ6rEGtlWLJyJYcNKdRNuxbBXcWOmCvs0pt-8iUxKMUQrYmviNhtp1v-lSC/s320/zapatosviejos.jpg" border="0" /></a><br /><div><br />Una opinión de Mia Couto: Oración de sabiduría, en la apertura del año lectivo en el Instituto Superior de Ciencias y Tecnología de Mozambique (ISCTEM) en marzo de 2005:<br />LOS SIETE ZAPATOS SUCIOS<br />Comienzo por la confesión de un sentimiento contradictorio; es un placer y un honor haber sido invitado a estar aquí con ustedes. Pero, al mismo tiempo, no sé cómo lidiar con este título grandilocuente: “oración de sabiduría”. Escogí a propósito sobre el que tengo algunas mal contadas incertidumbres. Todos los días nos enfrentamos con el reto ilusionante de combatir la pobreza. Y todos nosotros, de modo generoso y patriótico, queremos participar en esa batalla.<br /><br />No obstante, existen varias formas de pobreza. Y hay, entre todas, una que se escapa a toda estadística, a indicadores cuantitativos: es la pobreza de nuestra reflexión sobre nosotros mismos. Hablo de la dificultad de pensarnos como sujetos históricos, como punto de partida y como destino de un sueño.<br />Hablaré aquí en mi calidad de escritor, desde el terreno de nuestra interioridad, un espacio que todos amamos, en el que nadie tiene carrera universitaria ni puede proferir oraciones de “sabiduría”. El único secreto, la única sabiduría, es ser sinceros, no tener miedo a compartir públicamente nuestras fragilidades. Y eso es lo que voy a hacer, compartir con ustedes algunas de mis dudas y de mis agitaciones en soledad.<br />Comienzo por un hecho singular. En nuestras cadenas de radio, hay ahora un anuncio en el que alguien pregunta a una vecina: dígame, señora, qué es lo que pasa en su casa, su hijo es un líder, sus hijas tuvieron un buen casamiento, o su hijo fue nombrado director, ¿cuál es el secreto? Y la señora responde: es que en casa comemos arroz de la marca…. (no digo la marca porque no me pagaron este espacio publicitario).<br />Sería bueno que eso fuese así, que nuestra vida cambiase sólo por consumir un producto alimenticio. Ya voy a ir a ver a nuestro Rector Magnífico para distribuir el arroz mágico que pueda abrir al ISCTEM las puertas del éxito. Pero sentirse feliz es, infelizmente, mucho más costoso.<br />El día en que cumplí 11 años, el 5 de julio de 1966, el Presidente Kenneth Kaunda acudió a los micrófonos de Radio de Lusaka para anunciar que uno de los grandes pilares para la felicidad de su pueblo había sido construido. No hablaba de ninguna marca de arroz. Él agradecía al pueblo de Zambia por su implicación en la creación de la primera universidad del país. Unos meses antes, Kaunda había hecho un llamada para que cada zambiano contribuyese a construir la Universidad. La respuesta fue conmovedora: decenas de miles de personas respondieron a la llamada. Los campesinos dieron mijo, los pescadores ofrecieron pescado, los funcionarios aportaron dinero. Un país de gente analfabeta se unió para crear aquello que imaginaban iba a ser una nueva página en su historia. El mensaje de los campesinos en la inauguración de la Universidad decía: hemos contribuido porque tenemos la certeza de que, haciendo esto, nuestros nietos dejarán de pasar hambre.<br />Cuarenta años más tarde, los nietos de los campesinos zambianos continúan padeciendo de hambre. En realidad, los zambianos viven hoy peor de lo que vivían en aquella época. En la década de los 60, ….Zambia tenía un Producto Interior Bruto comparable a los de Singapur o de Malasia. Hoy, ni de cerca ni de lejos, se puede comparar nuestro vecino con esos dos países de Asia.<br />Algunas naciones africanas pueden justificar su permanencia en la miseria porque sufrieron guerras. Pero Zambia nunca tuvo guerra. Algunos países pueden esgrimir que no poseen recursos. Todavía, Zambia es una nación con importantes recursos minerales. ¿De quién es la culpa de estas expectativas frustradas? ¿Quién falló? ¿Fue la Universidad? ¿Fue La sociedad? ¿Fue el mundo entero El que falló? ¿Y por qué razón Singapur y Malasia progresaron y Zambia involucionó? Hablé de Zambia como ejemplo de un país africano. Desgraciadamente, no faltarían más ejemplos. Nuestro continente está repleto de casos idénticos, de caminos errados, de esperanzas frustradas. Se generalizó entre nosotros la creencia sobre la imposibilidad de cambiar el destino de nuestro continente. Vale la pena preguntarnos: ¿Qué es lo que va a pasar? ¿Qué es preciso cambiar dentro y fuera de África?<br />Estas preguntas son serias. No podemos eludir las respuestas ni levantar polvo para ocultar nuestras responsabilidades. No podemos aceptar que estas sean sólo responsabilidad de nuestros gobiernos.<br />Felizmente, estamos viviendo en Mozambique una situación especial, con diferencias bien sensibles. Tenemos que reconocer y tener el orgullo de saber que nuestro camino fue bien distinto. Acabamos de presenciar una de esas diferencias. Desde 1957, apenas seis de entre 153 jefes de estado africanos renunciaron voluntariamente al poder. Joaquim Chissano es el séptimo de esos presidentes. Parece un detalle más y bien significativo de que el proceso mozambiqueño se guió por otra lógica bien diferente.<br />Con todo, las conquistas de la libertad y la democracia que hoy gozamos sólo serán definitivas cuando se conviertan en la cultura de cada uno de nosotros. Y ese es todavía, un camino de generaciones. Entretanto, pesan sobre Mozambique amenazas que son comunes al resto del continente. El hambre, la miseria, las enfermedades, todo eso lo compartimos con el resto de África. Los números son aterradores: 90 millones de africanos morirán de SIDA en los próximos 20 años. En esa trágica cifra, Mozambique contribuirá con cerca de 3 millones de muertos. La mayor parte de estos condenados son jóvenes, y representan exactamente la esperanza con la que podríamos erradicar el peso de la miseria. Quiere decir que África no sólo está perdiendo su propio presente: está perdiendo los cimientos desde los que nacería su mañana. Tener futuro cuesta mucho dinero. Pero es mucho más caro tener sólo pasado. Antes de la independencia, para los campesinos zambianos no había futuro. Hoy, el único tiempo que existe para ellos es el futuro de otros.<br />¿Los desafíos son mayores que la esperanza? Pero no podemos sino ser optimistas, y hacer aquello que los brasileños llaman levantarse, sacudirse el polvo y volver a intentarlo. El pesimismo es un lujo reservado para los ricos. La pregunta crucial es esta: ¿Qué es lo que nos separa del futuro que todos queremos?<br />Algunos creen que nos faltan más profesionales, más escuelas, más hospitales. Otros piensan que necesitamos de inversores, más proyectos económicos. Todo eso es necesario, todo eso es imprescindible. Pero para mí, hay otra cosa que es todavía más importante. Y esa cosa tiene un nombre: una nueva actitud. Si no cambiamos de actitud, no conquistaremos una condición mejor. Podemos tener más técnicos, más hospitales, más escuelas, pero no seremos constructores de futuro. Hablo de una nueva actitud, pero la palabra debe ser pronunciada en plural, ya que se compone de un vasto conjunto de posturas, creencias, conceptos y preconceptos. Hace mucho que vendo defendiendo que el mayor factor de atraso de Mozambique no radica en la economía, sino en la incapacidad de que generemos un pensamiento productivo, osado e innovador. Un pensamiento que no resulte de la repetición de lugares comunes, de fórmulas y de recetas ya pensadas por otros.<br />A veces me pregunto: ¿de dónde viene la dificultad de pensarnos como sujetos de la Historia? Viene sobre todo, de habernos delegado en otros el diseño de nuestra propia identidad: Primero, fueron negados los africanos. O su territorio no existía, o su tiempo estaba fuera de la Historia. Después, los africanos fueron estudiados como caso clínico. Ahora, son ayudados a sobrevivir en un trozo de la Historia.<br />Estamos todos comenzando un combate para domesticar nuestros antiguos fantasmas. No podemos entrar en la modernidad con el actual fardo de prejuicios. En la puerta de la modernidad, precisamos descalzarnos. Yo conté siete zapatos sucios que necesitamos dejar a la entrada de la puerta hacia los nuevos tiempos. Habrá muchos. Pero yo tenía que elegir, y siete es un número mágico.<br />Primer zapato: la idea de que los culpables siempre son los otros, y que nosotros somos siempre víctimas.<br />Ya conocemos este discurso. La culpa fue de la guerra, del colonialismo, del imperialismo, del apartheid. En fin, de todo y de todos. Menos nuestra. Es verdad que los otros tuvieron su buena dosis de culpa en nuestro sufrimiento. Pero parte de la responsabilidad siempre moró dentro de nuestra casa.<br />Estamos siendo víctimas de um largo proceso de desresponsabilización. Este lavado de manos viene siendo estimulada por alguna de las élites africanas que quieren permanecer en la impunidad. Los culpables se han encontrado de antemano: son los otros, los de otra etnia, los de otra raza, los de otra geografía.<br />Un tiempo atrás, fui “sacudido” por un libro titulado “Capitalist Nigger: The Road to Success”, del nigeriano Chika A. Onyeani. Reproduje en un periódico un texto de ese economista, que es una llamada vehemente para que los africanos renueven su mirada sobre sí mismos. Permítanme que lea aquí un extracto de esa carta:<br />Queridos hermanos: estoy completamente cansado de personas que sólo piensan en una cosa: quejarse y lamentarse, en un ritual que nos fabricamos mentalmente como víctimas. Lloramos y nos lamentamos, nos lamentamos y lloramos. Nos quejamos hasta la náusea de lo que otros nos hicieron y nos continúan haciendo. Y pensamos que el mundo nos debe algo. Lamento decirles que esto no es más que una ilusión. Nadie nos debe nada. Nadie está dispuesto a renunciar a aquello que tiene, con la excusa de que nosotros también queremos lo mismo. Si queremos algo tenemos que saberlo conquistar. NO podemos continuar mendigando, hermanos y hermanas.<br /><br />40 años después de la independencia continuamos culpabilizando al colonialismo de todo lo que pasa en África estos días. Nuestros dirigentes no son lo suficientemente honestos como para aceptar su responsabilidad en la pobreza de nuestros pueblos. Acusamos a los europeos de robra y rapiñar los recursos naturales de África. Pero, les pregunto a ustedes: díganme, ¿quiénes han invitado a los europeos a que procedan así? ¿No somos nosotros? (fin de la cita).<br />Queremos que otros nos miren con dignidad y sin paternalismo. Pero al mismo tiempo continuamos mirándonos con una benevolencia complaciente: somos expertos en la creación de un discurso libre de culpa.Y decimos:<br />• Si alguien roba o es sobornado, es porque es pobre (olvidándose de que hay miles de pobres que no roban).<br />• Si un funcionario o un policía son corruptos es porque tienen un salario insuficiente (olvidando que nadie en este mundo tiene un salario suficiente)<br />• Si un político abusó del poder es porque en África estas prácticas son antropológicamente legítimas).<br />La desresponsabilización es uno de los estigmas más graves que pesan sobre nosotros los africanos, de norte a sur. Están los que dicen que se trata de una herencia de la esclavitud, de ese tiempo en el que no se era dueño de sí mismo. El patrón, muchas veces lejano e invisible, era el responsable de nuestro destino. O de la ausencia de destino.<br />Hoy, ni siquiera simbólicamente, matamos a nuestro antiguo patrón. Una de las formas de tratamiento que más rápidamente emergió de unos diez años para acá fue la palabra patrón. Fue como si nunca se hubiera muerto realmente, como si esperase una nueva oportunidad histórica para volver a hacer parte de nuestra realidad. ¿Se puede culpar a alguien de ese resurgimiento? No. Pero estamos creando una sociedad que produce desigualdades y que reproduce relaciones de poder que creíamos ya enterradas.<br /><br />Segundo zapato: la idea de que el éxito no nace del trabajo.<br />Hoy mismo desperté con la noticia de que un presidente africano va a mandar exorcizar su palacio de 300 habitaciones, porque escucha “ruidos extraños” durante la noche El palacio es tan desproporcionado para la riqueza del país, que tardó 20 años en ser terminado. El insomnio del presidente puede haber nacido, no de malos espíritus, sino de una verdadera mala conciencia.<br />Este episodio ilustra apenas cómo explicamos de forma mayoritaria los fenómenos positivos y negativos. Lo que explica la desgracia vive al lado de lo que justifica la buena ventura. ¿Un equipo deportivo gana, una obra de arte es premiada, una empresa tiene beneficios, un profesional fue ascendido? ¿A qué se debe todo eso? La primera respuesta, amigos míos, todos la conocemos. El éxito se debe a la buena suerte. Y la palabra “buena suerte” quiere decir dos cosas: la protección de nuestros antepasados fallecidos, y la protección de nuestros padrinos vivos.<br />Nunca, o casi nunca, se ve el éxito como resultado del esfuerzo, del trabajo como inversión a largo plazo. Las causas de lo que nos sucede, bueno o malo, se atribuyen a las fuerzas invisibles que dirigen nuestro destino. Para algunos, esta visión causal se tiene por tan “intrínsecamente africana” que perderíamos “identidad” si renunciásemos a ella. Los debates sobre las “auténticas” identidades son siempre resbaladizos. Vale la pena debatir, sí, si no podemos reforzar una visión más productiva y que oriente a una actitud más activa e intervencionista sobre el curso de la Historia.<br />Desgraciadamente, nos vemos más como consumidores que como productores. La idea de que África puede producir arte, ciencia y pensamiento es extraña incluso para muchos africanos. Hasta ahora, el continente produjo recursos naturales y fuerza laboral. Produjo futbolistas, bailarines, escultores. Todo eso es aceptado, porque todo eso reside en el dominio de aquello que se entiende como natural. Pero pocos aceptarán que los africanos puedan ser productores de ideas, de ética y de modernidad. No es preciso que otros nos desacrediten. Bastamos nosotros mismos.<br />El refrán dice: “el cabrito come donde está amarrado”. Todos conocemos el lamentable uso de este aforismo, y como fundamenta la acción de la gente que saca partido de las situaciones y los lugares. Ya es triste que nos equiparemos a un cabrito. Pero también es sintomático que en estos proverbios de conveniencia, nunca nos identifiquemos con animales productores, como por ejemplo la hormiga. Imaginemos que el refrán cambia y pasa a ser así: “El cabrito produce donde está amarrado”. Apuesto a que en este caso, nadie más querría ser cabrito.<br />Tercer zapato: el prejuicio de que quien critica es un enemigo.<br />Muchos creían que con el fin del monopartidismo, terminaría la intolerancia con los que pensaban diferente. Pero la intolerancia no es sólo fruto de regímenes. Es fruto de culturas, es resultado de la Historia. Heredamos de la sociedad rural una noción de lealtad demasiado parroquial. El desaliento del espíritu crítico es todavía más grave cuando hablamos de la juventud. El universo rural se funda en la autoridad de la edad. Alguien que es joven, aquel que no se casó ni tuvo hijos, ese no tiene derechos, no tiene voz ni visibilidad. La misma marginación pesa sobre la mujer.<br />Toda esa herencia no ayuda a que se cree una cultura de discusión abierta. Gran parte del debate de ideas se sustituye así por la agresión personal. Basta demonizar a quien piensa diferente. Y existe una variedad de demonios a disposición: un color político, un color de alma, un color de piel, un origen social o religioso diferente.<br />Hay en este campo un componente histórico reciente que debemos considerar: Mozambique nació de la lucha de guerrilla. Esta herencia nos dio un sentido épico de al historia y un profundo orgullo en el modo en el que fue conquistada la independencia. Pero la lucha armada de liberación nacional también cedió, por inercia, a la idea de que el pueblo era una especia de ejército, y podía ser comandado por la disciplina militar. En los años posteriores a la independencia, todos éramos militantes, todos teníamos una sola causa, nuestra alma entera se ponía firme ante la presencia de los jefes. Y había tantos jefes. Esa herencia no ayudó a que naciese una capacidad de insoburdinación positiva.<br />Les hago ahora una confidencia. Al inicio de la década de los 80, formé parte de un grupo de escritores y músicos a quienes nos dieron la responsabilidad de realizar un nuevo Himno Nacional y un nuevo Himno para el Partido FRELIMO. La forma en la que recibimos esa tarea era indicativa de esa disciplina: recibimos la misión, fuimos requeridos para nuestros servicios, y al mando del presidente Samora Machel fuimos encerrados en una residencia en Matola, habiéndonos dicho: sólo saldrán de aquí cuando tengan hechos los himnos. Esta relación entre el poder y los artistas sólo es concebible así en un determinado momento histórico. Lo que es cierto es que nosotros aceptamos con dignidad esa responsabilidad, esa tarea surgía como una honra y un deber patriótico. Y realmente allí nos comportamos más o menos bien. Era un momento de grandes dificultades…. y las tentaciones eran muchas. En esa residencia de Matola había comida, empleados, piscina…. En un momento en el que todo eso faltaba en la ciudad. En los primeros días, confieso que estábamos fascinados con tanta organización, y nos quedábamos vagueando y sólo corríamos para el piano cuando escuchábamos las sirenas cuando llegaban los jefes. Este sentimiento de desobediencia adolescente era nuestra forma de ejercer una pequeña venganza contra esa disciplina de regimiento.<br />En la letra de uno de los himnos estaba reflejada esa tendencia militarizada, esa aproximación metafórica a la que hice referencia:<br />Somos soldados del pueblo marchando adelante<br />Todo esto tiene que verse en su contexto, sin resentimiento. Al final, fue así como nació Patria amada, ese himno que cantamos como un solo pueblo, unido por un sueño común.<br />Cuarto zapato: la idea de que cambiar las palabras cambia la realidad<br />Una vez, en Nueva York un compatriota nuestro daba una conferencia sobre la situación de nuestra economía y, en un determinado momento, habló del mercado negro. Fue el fin del mundo. Emergieron voces indignadas de protesta, y mi pobre amigo tuvo que terminar, sin entender bien lo que pasaba. Al día siguiente recibimos una especie de diccionario de términos políticamente incorrectos. Estaban excluidos de la lengua términos como ciego, sordo, gordo, delgado, etc.…<br />Fuimos a remolque de estas preocupaciones de orden cosmética. Estamos reproduciendo un discurso que privilegia lo superficial y que sugiere que, cambiando el envoltorio, la tarta pasa a ser comestible. Hoy asistimos, por ejemplo, a dudas sobre si debemos decir “negro” o “de color”.Como si el problema estuviese en las palabras, en sí mismas. Lo curios es que, mientras nos entretenemos en esa elección, mantenemos otras denominaciones peyorativas como mulato o ”monhé”<br />Hay toda una generación que está aprendiendo una lengua ― la lengua de los Workshops. Es una lengua simple, una especie de criollo a medio camino entre el inglés y el portugués. En realidad, no es una lengua, sino un vocabulario de pacotilla. Basta saber mezclar unas cuantas palabras de moda para que hablemos como otros, y esto, para no decir nada. Les recomiendo unos cuantos términos. Como, por ejemplo:<br />- Desarrollo sostenible.<br />- Awareness o accountability.<br />- Buena gobernación.<br />- Sociedades, sean inteligentes o no.<br />- Comunidades locales.<br />Estos “ingredientes” deben ser utilizados en un formato, preferentemente de power point. Otro secreto para quedar bien en los Workshops es hacer uso de unas cuantas siglas. Porque no hay workshopista de categoría que no domine esos códigos. Cito aquí una frase posible de un posible discurso. Los ODMS del PNUD se equiparan al NEPAD de la UA y al P ARPA del GOM. A buen entendedor, media sigla basta.<br />Pertenezco a un tiempo en el que lo que éramos se medía por lo que hacíamos. Hoy nos miden por el espectáculo que hacemos de nosotros mismos, por el modo en el que nos exponemos en el escaparate. El curriculum vitae, la tarjeta de visitas llena de refinamientos y títulos, una bibliografía de publicaciones que casi nadie leyó. Todo esto parece sugerir una cosa: la apariencia pasó a valer más que la capacidad de hacer cosas.<br />Muchas de las instituciones que debían producir ideas están hoy produciendo papeles, ocupando estanterías con informes destinados a convertirse en archivos muertos. En lugar de soluciones, se encuentran problemas. En lugar de actuaciones, se sugieren nuevos estudios.<br />Quinto zapato: la vergüenza de ser pobre y el culto a las apariencias.<br />La prisa por demostrar que no se es pobre es en sí misma, una demostración de pobreza. Nuestra pobreza no puede ser motivo de ocultación. Quien debe sentir vergüenza no es el pobre sino el que crea pobreza.<br />Vivimos hoy una atolondrada preocupación por exhibir falsas señales de riqueza. Se creó la idea de que el estatuto de ciudadano nace de las señales que diferencian de los más pobres.<br />Recuerdo que una vez intenté comprar un vehículo en Maputo. Cuando el vendedor reparó en el coche que había elegido, casi le dio un ataque. “Pero ese, señor Mia, usted necesita un vehículo compatible”. El término es curioso: “compatible”.<br />Estamos viviendo como en una representación teatral: un vehículo ya no es un objeto funcional. Es un pasaporte a un estatus social, una fuente de vanidades. El coche se convirtió en un motivo de idolatría, en una especie de santuario, en una verdadera obsesión promocional.<br />Esta enfermedad, esta religión que podríamos llamar vehiculolatría, contagió desde al dirigente hasta al niño de la calle. Un pequeño que no sabe leer es capaz de conocer la marca y los detalles de todos los modelos de vehículos. Es triste que el horizonte de ambiciones sea tan vacío o se reduzca al brillo de una marca de automóvil.<br />Es urgente que en nuestras escuelas exalten la humildad y la simplicidad como valores positivos.<br />La arrogancia y el exhibicionismo no son, como se pretende, emanaciones de alguna esencia de la cultura africana del poder. Son emanaciones de quien confunde el embalaje con el contenido.<br />Sexto zapato: la pasividad imperante frente a la injusticia.<br />Estamos dispuestos a denunciar injusticias cuando se cometen contra nuestra persona, nuestro grupo, nuestra etnia, nuestra religión. Estamos menos dispuestos cuando la injusticia se practica contra otros. Persisten en Mozambique zonas silenciosas de injusticia, áreas donde el crimen permanece invisible. Me refiero en particular a:<br />- Violencia doméstica (el 40 por ciento de los crímenes tienen su origen en la agresión doméstica contra mujeres, ese es un crimen invisible).<br />- Violencia contra las viudas.<br />- La forma humillante como son tratados muchos trabajadores.<br />- Los malos tratos inflingidos a los niños.<br />Aún estamos escandalizados por el anuncio reciente que privilegiaba a los candidatos de raza blanca. Se tomaron medidas inmediatas y eso fue absolutamente correcto. Con todo, existen invitaciones a la discriminación que son tanto o más graves y que aceptamos como naturales e incuestionables. Tomemos ese anuncio del periódico e imaginemos que ha sido escrito de forma correcta y no racista. ¿Será que todo estaba bien? No sé si están al tanto de cuál es la tirada del diario Noticias. Son trece mil ejemplares. Aún si aceptásemos que cada periódico es leído por 5 personas, tenemos que el número de lectores es menor que la población que cualquier barrio de Maputo. Y es dentro de este universo donde circulan los convites y accesos a oportunidades. Hablé de la tirada, pero dejé a un lado el problema de la circulación. ¿Por qué geografía restringida circulan los mensajes de nuestros periódicos? ¿Cuánto de Mozambique se ha quedado fuera?<br />Es verdad que esta discriminación no es comparable al del anuncio racista, porque no es el resultado de una acción explícita y consciente. Pero los efectos de esta discriminación y la exclusión de estas prácticas sociales deben pensarse y no pueden caer en el saco de la normalidad. Ese barrio de 60.000 personas es hoy una nación dentro de una nación, una nación que llega primero, que cambia entre sí favores, que vive en portugués y duerme en la almohada no escrita.<br />Otro ejemplo. Estamos administrando antirretrovirales a cerca de 30 mil enfermos de SIDA. Ese número podrá llegar, en los próximos años, a los 50 mil. Eso significa que cerca de un millón cuatrocientos cincuenta mil enfermos quedan excluidos del tratamiento. Se trata de una decisión con implicaciones éticas terribles. ¿Cómo y quién decide quien se queda fuera? ¿Es aceptable que la vida de millón y medio de ciudadanos esté en manos de un pequeño grupo técnico?<br />Séptimo zapato: la idea de que para ser modernos tenemos que imitar a otros.<br />Todos los días recibimos extrañas visitas en nuestra casa. Entran por una caja mágica llamada televisión. Crean una relación de familiaridad virtual. Poco después pasamos a ser nosotros quienes creen estar viviendo fuera, bailando en los brazos de Janet Jackson. Lo que los videos y toda la sub-industria televisiva nos vienen a decir no es sólo “compren”. Hay otra invitación que es esta: “sean como nosotros”. Esta llamada a la imitación cae como oro sobre azul: la vergüenza de ser quienes somos es un trampolín para ponernos esa otra máscara. El resultado es que nuestra producción cultural se está convirtiendo en la reproducción maquillada de la cultura de otros. El futuro de nuestra música podrá ser una especie de hip- hop tropical, el destino de nuestra cocina podrá ser un Mac Donald´s.<br />Hablamos de la erosión del suelo, de la deforestación, pero la erosión de nuestras culturas es todavía más preocupante. El paso a un segundo plano de las lenguas mozambiqueñas (incluyendo el portugués) y la idea de que sólo tenemos identidad en aquello que es folclórico, son formas de soplarnos al oído el siguiente mensaje; sólo seremos modernos si nos hacemos americanos.<br />Nuestro cuerpo social tiene una historia similar a la de un individuo. Nos marcan rituales de transición: el nacimiento, el casamiento, el fin de la adolescencia, el final de la vida.<br />Yo miro a nuestra sociedad urbana y me pregunto: ¿será que queremos realmente ser tan diferentes? Porque veo que esos rituales se reproducen como una fotocopia fiel de aquello que siempre conocí en la sociedad colonial.<br />Estamos bailando un vals vestidos de largo, en un baile de finalistas que es calcado de mis tiempos. Estamos copiando las ceremonias de final de curso a partir de modelos europeos de la Inglaterra medieval. Nos casamos con velos y guirnaldas y dejamos como de antes de Julius Nyerere todo aquello que pudiera sugerir una ceremonia más enraizada en la tierra y en la tradición mozambiqueña.<br />Hablé de la carga de la que nos debemos desembarazar para entrar de cuerpo entero en la modernidad. Pero la modernidad es una puerta hecha únicamente por los otros. Nosotros somos también carpinteros de esa construcción, y sólo nos interesa entrar en una modernidad de la que seamos también constructores.<br />Mi mensaje es muy simple: más que una generación técnicamente capaz, necesitamos una generación capaz de cuestionar la técnica. Una juventud capaz de repensar el país y el mundo. Más que gente preparada para dar respuestas, necesitamos la capacidad de hacer preguntas. Mozambique no precisa sólo caminar. Necesita descubrir su propio camino en un tiempo enervado y en un tiempo sin rumbo. La brújula de otros no sirve, el mapa de otros no ayuda. Necesitamos inventar nuestros propios puntos cardinales. Nos interesa un pasado que no esté cargado de prejuicios, nos interesa un futuro que no nos venga diseñado como una receta financiera.<br />La Universidad debe ser un centro de debate, una fábrica de ciudadanía activa, una forja de inquietudes solidarias y de rebeldía constructiva. No podemos preparar jóvenes profesionales de éxito en un océano de miseria. La Universidad no puede aceptar ser reproductor de la injusticia y la desigualdad. Estamos lidiando con jóvenes y con aquello que debe ser un pensamiento joven, fértil y productivo. Ese pensamiento no se encarga, no nace sólo. Nace del debate, de la investigación innovadora, de la información abierta y atenta a lo mejor que está surgiendo en África y en el mundo.<br />La cuestión es esta: se habla mucho de los jóvenes. Se habla poco con los jóvenes. O mejor, se habla con ellos cuando se convierten en un problema. La juventud vive esa condición ambigua, bailando entre esa visión romántica (es la selva de la nación) y una condición maligna, una edad de riesgos y preocupaciones (SIDA, droga, desempleo).<br />No fui sólo a Zambia a ver en la educación aquello que un naufrago ve en un barco salva-vidas. Nosotros también depositamos nuestros sueños en esa cuenta. En una sesión pública que tuvo lugar en Maputo el año pasado, un anciano nacionalista dijo, con sinceridad y coraje, lo que ya muchos sabíamos. Él confesó que él mismo, y muchos de los que en los años 60 huían hacia el FRELIMO, no lo hicieron motivados por la causa independentista. Ellos se arriesgaron y traspasaron la frontera del miedo, para tener la posibilidad de estudiar. La fascinación por la educación como pasaporte para una vida mejor estaba presente en un universo en el que casi nadie podía estudiar. Esa dificultad era común a toda África. Hasta 1940, el número de africanos que iban a escuelas secundarias no llegaban a los 11.000. Hoy la situación mejoró, y ese número se multiplicó miles y miles de veces. El continente invirtió en la creación de nuevas capacidades. Y esta inversión produjo, sin duda, resultados importantes.<br />Pocos tienen claro que los cuadros técnicos no resuelven por sí mismos la miseria de una nación. Si un país no tiene una estrategia orientada a la producción de soluciones profundas, toda esa inversión no producirá la deseada diferencia.. Si las capacidades de una nación se orientasen al enriquecimiento rápido de una pequeña élite, de poco valdrá tener más cuadros técnicos.<br />La escuela es un medio para conseguir lo que no tenemos. La vida, después, nos enseña a tener lo que no queremos. Entre la escuela y la vida nos queda ser sinceros y confesar a los más jóvenes que nosotros tampoco sabemos y que, nosotros y el país, también estamos a la búsqueda de respuestas.<br />Con el nuevo gobierno resurgió la lucha por la autoestima. Eso está bien y es oportuno. Tenemos que gustarnos más a nosotros mismos, tenemos que creer en nuestras capacidades. Pero esa llamada al amor propio no puede fundarse en una vanidad vacía, en una especia de narcisismo insignificante y sin fundamento. Algunos creen que vamos a rescatar ese orgullo en una vuelta al pasado. Es verdad que se precisa sentir que tenemos raíces y que esas raíces nos honran. Pero la autoestima no puede construirse sólo con materiales del pasado.<br />En realidad, sólo existe un modo de valorarnos: es por el trabajo, por la obra que seamos capaces de hacer. Es preciso que sepamos aceptar esta condición sin complejos y sin vergüenza: somos pobres. O mejor, fuimos empobrecidos por la Historia. Pero, nosotros hicimos parte de esa Historia, fuimos empobrecidos también por nosotros mismos. La razón de nuestros fracasos actuales y futuros vive también dentro de nosotros.<br />Pero la fuerza para superarnos en esa condición histórica también reside dentro de nosotros. Sabremos como ya sabíamos antes de de conseguir certezas que somos productores de nuestro destino. Tendremos mucho más orgullo de ser quienes somos: mozambiqueños constructores de un tiempo y de un lugar donde nacemos todos los días. Es por eso por lo que vale la pena aceptar descalzarse no sólo los siete zapatos, sino todos los zapatos que atrasan nuestra marcha colectiva. Porque la verdad es una: más vale andar descalzo que tropezar con los zapatos de los otros.<br /><br />Traducido por Manuel Machuca, en julio de 2010 </div>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-52161258595511922812010-12-23T09:04:00.001+01:002010-12-23T09:05:45.110+01:00UNOS OJOS AZULES PRECIOSOS<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiB70imuXGhPwP8YznF5QEVCjIBH1aQl3kAw8ulw5zdQmbXnBg47qVhsbBbJnpxZEzVw1K1IMeUDYDtluZGGnNL7rE-ikIFCgBWFmGwxe6tdJFLsUiw_tQTKVyh21owKzTYQ7yxcg2BQpH7/s1600/ojos-azules.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 227px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiB70imuXGhPwP8YznF5QEVCjIBH1aQl3kAw8ulw5zdQmbXnBg47qVhsbBbJnpxZEzVw1K1IMeUDYDtluZGGnNL7rE-ikIFCgBWFmGwxe6tdJFLsUiw_tQTKVyh21owKzTYQ7yxcg2BQpH7/s320/ojos-azules.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5553785870703493778" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">No sé cómo apareció por el bar un día a desayunar, ni por qué lo recuerdo tan bien. Detrás de la barra uno se fija en muchas cosas, y no se fija en nada. Ya se sabe, un buen camarero tiene que saber cómo le gusta el café a su clientela, si la media tostada es de arriba o de abajo, con tomate o mantequilla…esas cosas, vaya. Y si me apura, fijarte, lo que se dice fijarte, en alguna maciza, por decirlo en confianza, de las que entran de vez en cuando. Como la de la papelería de aquí atrás, ¿no la ha visto nunca por aquí? Un cacharrazo de tía, lo que yo le diga.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Por eso no sabría decirle por qué me fijaría en Carmen. Porque aunque guapa y con unos ojos azules preciosos, estaba claro que ya no volvería a cumplir los setenta. Mi madre que en gloria esté, también tenía los ojos así según decía mi padre, aunque todos en mi casa hemos salido en eso a la rama de mi padre.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><span style="mso-spacerun:yes"> </span>El caso es que fue un día de lluvia, un otoño de hace tres o cuatro años,<span style="mso-spacerun:yes"> </span>cuando la conocí, intentando empujar la puerta del bar con su andador. Aquel día había dejado una hoja<span style="mso-spacerun:yes"> </span>cerrada para que el viento no metiera la lluvia dentro. Con esto de que ya está prohibido echar serrín en el suelo, temía que algún cliente se me resbalase, y también que se guarrease el bar más de la cuenta, todo hay que decirlo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Según me dijo, era el primer día que había salido de su casa después de una operación de cadera. No, no se la había roto. Le habían puesto una prótesis para que dejase de tener tantos dolores, por la cojera que tenía. No es que tuviera mucha, pero por lo que decía, tenía un pinzamiento a la altura del hueso cuqui que no la dejaba vivir. Al parecer todo viene de una polio que cogió cuando la guerra. A pesar de cómo estaba, no dejaba de dar gracias a Dios, porque su hermana Casiana, que en paz descanse, sí que lo pasó mal. Esa sí que era coja según me contó otro día, cuando empezamos a tener confianza. “<i style="mso-bidi-font-style: normal">La pobrecita menos mal que se la llevó Dios; allí por lo menos seguro que no tiene dolores</i>”, me confesó.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">A lo que iba. Carmen entró aquella vez y se sentó en esa mesa de detrás de usted, la chiquitita de al lado del barril. Me pidió una leche manchada y media de abajo con mantequilla. Verá usted, no es que me acuerde, es que después siempre me pidió lo mismo. Decía que el médico le había recomendado descafeinado, pero que con ese dedito de café que le echaba no le iba a pasar nada. Y total, que para lo que le quedaba, daba igual que Dios la recogiera un día antes que después, que cada uno teníamos nuestro día para irnos.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Y no es que tuviera una cosa mala o algo por el estilo, no. Si acaso, lo que tenía eran dolores, como ya le he dicho. De vez en cuando soltaba unos suspiros, que había gente que se daba la vuelta para ver lo que había pasado. En especial Ramón, el mecánico del taller de aquí a la vuelta no sé si usted ha oído mentarlo. <i style="mso-bidi-font-style:normal">Suspiros de España</i> la llamaba.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Carmen siempre venía a la hora de los últimos desayunos, cuando yo empezaba a recoger las mesas y dejarlas preparadas para la hora de la cerveza. Por eso más de una vez me sentaba con ella para charlar. Las primeras veces se ponía colorada, porque sabía que mi señora es la cocinera, y que no quería que se fuera a molestar con ella. Pero cuando fuimos cogiendo confianza, yo no podía dejar de sentarme y sacarle conversación, y Carmen también dejó de pensar que mi señora estaba allí dentro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Un día me dijo que la primera vez que entró fue porque le recordaba al bar que tuvo su padre en un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla. Nunca me contó en qué pueblo era, porque la verdad es que estaba como arrepentida de habérmelo dicho. El caso es que más adelante me confesó por qué era. Eso sí que me acuerdo que fue en noviembre, por los difuntos, porque se acordó por esto que le voy a contar. Cuando estalló la guerra, su padre tuvo que irse, y ya no lo vio más. En su bar paraban muchos obreros, y le acusaron de comunista. Él no era de nada, me decía, un trabajador. Pero el caso es que se echó al monte y nunca supo más de él. Por lo menos, su madre no les dijo nada.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Lo que no sé es por qué le recordaría este bar al de su padre. Porque por aquí paran pocos obreros. Por lo menos a desayunar, que es cuando ella venía. Porque después viene alguno por los platos combinados que prepara mi señora. Aunque ahora que la construcción está parada, ya ni esos vienen. Es más, aquí viene gente de tilín. Por ponerle un ejemplo, la señora de un constructor que está <i style="mso-bidi-font-style:normal">entacao</i> en billetes y que vive en un chalet de por aquí cerca, o el boticario de la avenida. O el párroco de San Estanislao mismamente. Gente conocida del barrio.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Lo que le contaba de Carmen, que me pierdo. Al año de desaparecer el padre, hizo la Primera Comunión y de allí se fue a trabajar en el campo con su hermana, recogiendo algodón, corcho, ayudando con la aceituna o lo que se terciara.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Siendo todavía mocita, se vino para Sevilla a servir a casa de una señora. Allí le enseñaron a coser, y las cuatro reglas. Y años después conoció en la casa a su marido, que era el que repartía la leche en un motocarro por el barrio.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Cuando me contaba esto ya había dejado el andador. Aunque no del todo, porque el carrito de la compra era el que le hacía las veces. Decía que no se sentía segura, aunque lo negaba, más que nada por lo coqueta que era.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Bueno, yo digo era, y a ciencia cierta no le sabría decir qué es lo que ha pasado. Porque hace unos días que no viene por aquí, y me tiene preocupado. Que yo sepa, yo no le he hecho nada. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Su vecina dice que siente movimiento en su casa, pero que también lleva un tiempo sin verla. Eso sí, las macetas están regadas. Y en la plaza, lo mismo, ni el de la fruta, ni el de los pollos saben nada de ella. La verdad es que no sé a dónde acudir. ¿Usted qué me aconseja? </p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-72775599145311113962010-12-17T20:51:00.001+01:002010-12-17T20:52:37.727+01:00LA HERENCIA DE LOS DE PABLO- FERRER<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgN8uMtqFJq7BIbNbXOKcGo8nCzDYqtSixk03TIh3KPMxMfYWAb8xyHbGlQSAVEuUcTPkVQj7EtHr7gKcENFjeRc79U9Qmowc8Efft8Hufup5Ms78QGqkPk4jIl4ub8FO4cXldeblcJS4LO/s1600/Pabellon+de+Cuba.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 150px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgN8uMtqFJq7BIbNbXOKcGo8nCzDYqtSixk03TIh3KPMxMfYWAb8xyHbGlQSAVEuUcTPkVQj7EtHr7gKcENFjeRc79U9Qmowc8Efft8Hufup5Ms78QGqkPk4jIl4ub8FO4cXldeblcJS4LO/s320/Pabellon+de+Cuba.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5551741516869557778" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Un dolor intenso en los nudillos sintió el doctor Javier de Pablo- Ferrer al llamar a la puerta del salón en el que le esperaba su madre. La<span style="mso-spacerun:yes"> </span>madera parecía guardar todo el frío del invierno, al igual que el pomo, que se mojó por el sudor de sus manos cuando doña Catalina, viuda de Pablo- Ferrer, accedió a que su hijo mayor, y único varón, pasase a verla.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Doña Catalina no se movió de su sillón junto a la ventana, ni advirtió cómo su hijo se le acercaba secándose las manos en el pantalón. Tan solo puso la mejilla para recibir su saludo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Javier se sentó frente a su madre, Tras la ventana, podía ver a Braulio el jardinero y su hijo, recogiendo naranjas de los árboles del jardín. Incluso percibía el vaho que desprendía su boca al dirigirse al muchacho. A pesar del frío de enero, al hijo de doña Catalina le seguían sudando las manos.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Y bien, Javier, vamos al grano, ¿lo has pensado mejor?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>A pesar de que estaba seguro de lo que iba a contestar, no pudo evitar sentir un nudo en la garganta</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Sí, mamá. Quiero casarme con Remedios.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Se hizo el silencio durante unos segundos, que al primogénito de los de Pablo- Ferrer, le parecieron inacabables.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Muy bien. No tenemos nada más que hablar. No permitiré que una cualquiera herede lo que tu padre con tanto esfuerzo consiguió.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Doña Catalina dejó de hablar por un momento, antes de proseguir:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Has querido ser pediatra, en lugar de tener una especialidad de más prestigio como la de tu padre, corazón y pulmón. Y de medicucho por esos barrios de extramuros, pasan esas cosas, que te encuentras a una cualquiera y te pesca.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Mamá, Remedios no es…</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― ¡Esa mujer no es de tu clase! ― le interrumpió ―. Esa mujer no tiene modales, no tiene lo que hay que tener para entrar en esta casa…. Nada más que por la puerta de atrás.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">―….</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― ¡Abelardo, traiga el abrigo del señorito, que se marcha ya!</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Doña Catalina salió por la puerta del salón nada más entrar Abelardo con el abrigo y el sombrero de su hijo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt">-----</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Javier de Pablos ya había pedido un café cuando advirtió la entrada de su mejor amigo, el doctor Jacinto Rodríguez.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Perdóname el retraso, Javier. Me he retrasado con un paciente y…ya sabes cómo son las cosas ― se disculpó mientras dejaba su abrigo en una silla vacía ―. Pero dime, ¿cómo te ha ido? Tienes mala cara muchacho.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Deheredado, Jacinto ― respondió mientras se secaba las manos con una servilleta ―. Pero decidido a casarme con Remedios.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Jacinto pidió otro café. En el periódico que tenía Javier sobre la mesa, se daba la noticia de la llegada de Franco a Sevilla, para inaugurar las obras de la Corta de La Cartuja, que debían terminar con las riadas del Guadalquivir.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― ¿Y qué piensas hacer? Te lo digo porque no pasa nada con empezar desde cero. Fíjate yo, tú sabes de la familia que vengo, y aquí estoy, de médico aunque sea con becas. Pero tú, ¿te acostumbrarás a no tener cuatro criadas, Javierín? </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Eso no me importa ― respondió Javier sonándose la nariz con un pañuelo manchado con gotas de sangre.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Javier, ¿qué es esa sangre? Tienes mala cara, estás sudando otra vez, como la semana pasada. Y estás más delgado. ¿Por qué no te haces unos análisis?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Jacinto, quiero que tú y Esperanza seáis nuestros padrinos de boda. Ya está todo arreglado. Nos casará don Rosendo en San Bartolomé. Dentro de dos domingos, a las siete de la mañana.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Pero Javier, ¿a qué viene tanta prisa? ¿Está….?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― No digas tonterías, coño. Te pareces a mi madre.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Javier pidió otro café y encendió un cigarro. Se puso a mirar el vidrio gigante de Brandy 103, que adornaba una de las paredes del bar, a través de cuyo reflejo habían ligado más de una vez. Hoy le parecía más viejo y descascarillado.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Quiero casarme y ya está. ¿Mi madre no me ha desheredado ya? Pues ya está, acabemos de una vez. Hemos visto una casita por el Tiro de Línea, y allí nos pensamos ir a vivir.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― ¿Y tú vas a ser capaz de vivir en el Tiro de Línea? Tú, que siempre has vivido en La Palmera. Javier, ¿estás seguro de lo que estás diciendo?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Javier sacó una aspirina del bolsillo de su chaqueta y se la tomó con el café.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Muchacho, ¿estás bien? Tienes que hacerte los análisis. Parece que no fueras médico.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">El mayor de los de Pablo- Ferrer miró a los ojos de su amigo. Tiró el cigarro al<span style="mso-spacerun:yes"> </span>suelo y lo pisó.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Ya me he hecho los análisis. Tengo lo mismo que mi padre ― miró hacia ninguna parte y continuó ―. Mi madre dice que me ha desheredado, pero esta herencia no me la ha podido quitar.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Pero…</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">― Ni pero ni nada, Jacinto. ¿Querréis ser nuestros padrinos?</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-24294505125279192702010-10-29T10:11:00.002+02:002010-10-29T10:14:17.805+02:00UN CRIMEN PERFECTO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrP6XoKHar9dbqEB5_zD3XfaDmw-C5jvMiCh9QpwgZqgGpuT4nq4GbLU8POt_6g6qbgHJQm97xACRQ5XafZHxhsQqkae8tN0xVetN1RxLyFnet2iC4ICmOZQ4Heruobo6fgo3ruVLGVHHN/s1600/SEVILLA-r%C3%ADo.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrP6XoKHar9dbqEB5_zD3XfaDmw-C5jvMiCh9QpwgZqgGpuT4nq4GbLU8POt_6g6qbgHJQm97xACRQ5XafZHxhsQqkae8tN0xVetN1RxLyFnet2iC4ICmOZQ4Heruobo6fgo3ruVLGVHHN/s320/SEVILLA-r%C3%ADo.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5533378056198244802" /></a><br /><p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Juana emigró a Alemania nada más casarse con Ernesto. El plan Marshall nunca llegó a España, pero sí que lo hizo a muchos españoles, que se desplazaron a los países destruidos por la guerra a buscarse la vida. Los hijos fueron llegando y los ahorros que iban juntando se guardaban para el regreso a la tierra que les vio nacer, pero que nunca fue generosa con ellos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Desde chica, Juana no había aprendido a otra cosa que a decir que sí. A decir que sí a una madre de carácter fuerte; a decir que sí, aunque fuese en otro idioma, a la señora de la casa en la que trabajaba; a decir que sí a un marido que la eligió por esposa, y que le pedía abrirse de piernas cuando regresaba de la fábrica.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Un buen día regresó a su tierra. Habían comprado un pisito en un barrio <span style="mso-spacerun:yes"> </span>modesto que ni existía cuando se marcharon. Ya regresó sola con Ernesto, porque los hijos ya no eran españoles, y el frío al que ella nunca se acostumbró, formaba parte de la vida de los hijos que criaron. Ya ni sus nietos eran capaces de chapurrear palabra del idioma de sus abuelos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Al poco de regresar a España, la salud de Juana comenzó a empeorar. Ernesto seguía sin ayudarle en la casa ni con las compras, a pesar de que jamás se separaba de ella. Le esperaba siempre a las puertas de un supermercado, de capital alemán, por supuesto, del que ella salía cargada de bolsas. No sé sabe qué fue primero, si la ansiedad que hacía que la tensión se le disparase, o al revés. El caso es que la tensión estaba alta y los nervios a flor de piel. Cada vez que iba a la farmacia, su farmacéutica, tan atenta y tan agradable con ella, apenas sacaba de ella una sonrisa, que ni siquiera podía dejar de traslucir su tristeza. A la puerta, Ernesto la esperaba con las bolsas que ella debía llevar hasta su casa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Un día su farmacéutica hizo un curso de esos que te enseñan atención farmacéutica por ordenador, y pensó que Juana podría ser su primer paciente. Ya estaba tratada con un antihipertensivo suave, y con un hipolipemiante que decía sentarle muy mal y ponerla muy nerviosa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Juana no supo decir que no a su farmacéutica. Total, había dicho que sí siempre a todos, y esta no iba a ser una excepción. Además, le recordaba a su hija, que también había estudiado Farmacia en Alemania y trabajaba allí.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Unos días después de aquella amable y extensa entrevista, su farmacéutica le propuso enviarle un informe a su médica. Había encontrado que el tratamiento de la tensión había que cambiarlo, y que el del colesterol podía estar agravándole la ansiedad. Volvió a ponerse muy nerviosa, porque sabía cómo se las gastaba su médica, siempre muy antipática con ella, sobre todo desde que le había hablado de su hija la farmacéutica. Una vez más, dijo que sí.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">A la mañana siguiente, su farmacéutica esperaba con tanta ansiedad como Juana, la respuesta de la médica a su primer informe. Pero ese día no apareció por allí. El auxiliar de la farmacia le decía que había pasado lo que imaginaba, porque las farmacias estaban para vender medicamentos y no para hacer de médicos. Mientras tanto, el otro compañero farmacéutico sellaba recetas, y aunque no decía nada, se alegraba del fracaso de su compañera. Su lema siempre había sido no hacer ningún trabajo que no le pagasen, ni para el que no le hubiesen preparado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Dos días después, la farmacéutica no pudo esperar más y llamó a Juana. Le dijo que médica se<span style="mso-spacerun:yes"> </span>había enfadado con ella, y también Ernesto. La médica era ella y ninguna farmacéutica podía decirle lo que tenía que prescribir.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"">Pasó el tiempo, un par de meses quizás. Ernesto pasó solo, cargado con un par de bolsas del supermercado alemán. La farmacéutica al verlo, salió afuera y lo paró. Juana había muerto hacía quince días. Un ictus. Se la encontró muerta en la cocina al regresar del bar con los amigos. Ahora regresaría a Alemania con su hija. La farmacéutica volvió a la farmacia, para terminar de decorarla para la campaña de Navidad. La médica seguía por allí.<o:p></o:p></span></p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-85645838645637559162010-10-24T11:23:00.001+02:002010-10-24T11:28:36.297+02:00NACIONALISMO POSITIVO EN CHILE<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirbCMylh2qtWWr_60YDJsM2ngWn2rN7m3-jEWMn0-3V1BfxnVGyIpO8CiVVHsePbsoQZESgIp9funCGIYmudWrVMa17l6zZ7WBg8oG1c0yoxhbGXWhI4hamRPrVrx-d1FlEthGkG2AhxQu/s1600/CIMG2114.JPG"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirbCMylh2qtWWr_60YDJsM2ngWn2rN7m3-jEWMn0-3V1BfxnVGyIpO8CiVVHsePbsoQZESgIp9funCGIYmudWrVMa17l6zZ7WBg8oG1c0yoxhbGXWhI4hamRPrVrx-d1FlEthGkG2AhxQu/s320/CIMG2114.JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5531542088929459586" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Después de setenta días atrapados bajo la tierra, los treinta y tres mineros fueron saliendo uno a uno a la superficie en la cápsula Fénix, decorada con los colores de la enseña nacional chilena. Durante los días del milagroso rescate, la transmisión de las imágenes televisivas dejaba ver una bandera de Chile, colocada en la pared de la gruta que sirvió de cobijo a estos seres humanos, que han demostrado una fuerza, una tenacidad y un afán de lucha digno de mayor estudio.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Dicen que toda comparación es odiosa, aunque es más que probable que quien lo afirmó fuese alguien que no salía bien parado de tal comparación. A pesar de todo, no me resisto a pensar, y a establecer cierto parangón, con lo que hubiera pasado si este desastre minero, hubiera ocurrido en España. A nadie se le habría ocurrido decorar la cápsula con los colores de la bandera española, ni mucho menos que una bajase hasta el fondo de la mina. Si acaso, se hubiera inundado de enseñas autonómicas por cada representación minera que hubiera allá abajo, y presidentes de tal o cual autonomía combatirían en protagonismo, expresado en mutuas acusaciones entre ellos y sobre todo, con el gobierno central acerca del desastre.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Dicho esto en tono hiperbólico y no carente de buenas dosis de sarcasmo, tenemos que reconocer que Chile nos ha dado dos lecciones en este año, con su reacción ante la catástrofe natural del terremoto, y con otra desgracia no tan natural como la del derrumbe de la mina, de cómo extraer virtudes positivas a un concepto tan denostado en España como es el de la patria. Y cuando me refiero a la patria, me da igual cual sea, la grande o la chica, la que tenemos o la que algunos desean pero carecen. Porque la diferencia esencial para que la patria sea algo positivo o negativo, está en hacer de ella un fin común por el que crecer y hacer desarrollar a la comunidad en todas las facetas, o aquel más excluyente, que trata de establecer diferencias con otros, basadas en una presunta superioridad, ya sea moral, económica, étnica o racial.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Mientras en el caso de Chile, la movilización del país ha tenido el motor fundamental en un concepto solidario de patria, con una finalidad que excedía el protagonismo de cualquier persona o estamento, el nacionalismo en España, ya sea españolista o el de cualquier autonomía, se ha basado en la endogamia y en la superioridad del nacional, en cualquiera de sus conceptos, frente al otro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Resulta también paradójico que la independencia de la América conquistada por un país autonomista como España, diera lugar a diecinueve países diferentes, el mismo número que nuestras diecisiete autonomías más dos ciudades autónomas, mientras que la de otro fuertemente centralista como Portugal, produjese uno solo, Brasil, que ocupa el cuarenta y nueve por ciento de la superficie de Sudamérica.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Es cierto también que el nacionalismo de cualquier tamaño, ha servido muchas veces para ocultar carencias e intereses ocultos de ciertas minorías. Esto ha sido y sigue siendo así en España en sus diversas modalidades, y especialmente en una América Latina esquilmada por sus oligarquías tanto o más que por sus antiguos conquistadores. No hay más que ver ejemplos como los que ofrece el nacionalismo bolivariano en Venezuela, o el peronista de Argentina, por poner ejemplos del continente americano, o en el caso de España, el reciente by-pass urdido por el socialista ¿? Zapatero y el PNV a los socialistas que gobiernan en el País Vasco, o el resurgimiento del nacional- catolicismo, evocando tiempos pasados en los que, en nombre de Dios, se imponía su verdad sobre la de otros.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">No hay que olvidar que el nacionalismo, o un concepto endogámico de nacionalismo en el que es muy fácil caer, ha sido el causante de muchas guerras y desgracias en el mundo. Pero creo que en estos días es justo reconocerle el papel positivo que ha jugado en esta catástrofe, junto a otros conceptos puestos en tela de juicio en nuestros días, como los de <span style="mso-spacerun:yes"> </span>familia o religión. Por ello siempre hay que tener presente el lema que nos dejó un nacionalista andaluz como Blas Infante, como señal de lo que debe ser una patria: “Andalucía, por sí, para España y la humanidad”.</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-14938100102313052992010-06-09T23:59:00.002+02:002010-06-10T00:00:51.383+02:00NO SÉ QUÉ PONERME<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkmuh7uiA8sdSnA9XRe4u9EkKWNqayv0T3YwMNIAFKTAHz7_cBRIMFaLhB2ulhA13AdjJVoSZ4FG0hr1SMGHuIwFSnE81bvDgD18hp2ZhjoxM2oX5npQO6KzzFZiruEZQ4Cxb2b_Zmd8k6/s1600/Vestuario.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 210px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkmuh7uiA8sdSnA9XRe4u9EkKWNqayv0T3YwMNIAFKTAHz7_cBRIMFaLhB2ulhA13AdjJVoSZ4FG0hr1SMGHuIwFSnE81bvDgD18hp2ZhjoxM2oX5npQO6KzzFZiruEZQ4Cxb2b_Zmd8k6/s320/Vestuario.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5480897227180966322" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Daniel Corcel, el afamado actor, estaba hecho un lío. No paraba de registrar en el vestidor, revolver la ropa una y otra vez. Sobre el tálamo conyugal, se agolpaban amontonados varios trajes de diferentes tonos, casi una docena de camisas, y un número no menor de gorros, sombreros y tocados varios. En ese momento no se sentía capaz de elegir si pañuelo o bufanda, si gorra o panamá, porque primero tenía que asegurarse qué vestimenta sería la apropiada para acudir a la entrega de premios. Para colmo, había llamado a Pietro Delanno, su diseñador favorito, y aún reencontraba de luna de miel por las islas Fidji, casi un mes después de su sonada boda con el otrora competidor Casto López, más conocido por su firma de modas Kastuloppi. En la nueva firma Kastuloppi & Delanno tampoco le daban una solución que le mereciese confianza.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Juani, por favor, salte del jacuzzi de una puta vez, y ayúdame, por favor. Que quedan apenas veinticuatro horas para la ceremonia de los Troya, y no sé qué coño ponerme.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Un momento después, dejó de escucharse el ruido de los chorros del agua, con los oídos de Daniel notaron una cierta sensación de relax. Tras un leve chapoteo de agua, un sonido agudo y chirriante, seguido de una exclamación indisimulable, «¡coño!», para no dejar la más mínima duda, indicó que Juani había estado a punto de darse un buen costalazo al salir de la bañera.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¿Qué cojones quieres, Daniel? ― contestó su chica dejando un buen rastro de agua desde la bañera hasta el vestidor, a pesar de venir liada en una toalla ―. Y te tengo dicho que no me llames Juani, joder. Que luego se te escapa en la entrega de premios. Que me llames Miranda, capullo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Daniel se encontraba sentado sobre la cama, arrugando el esmoquin rosa palo que se había puesto para la entrega de premiso del Festival de Cine de amor. Su mirada estaba perdida sobre el suelo. Bueno, lo que le dejaban sus gruesos dedos, que le tapaban casi toda la cara. Por eso no le fue difícil advertir el reguero de agua que había dejado Juani, es decir, Miranda, por toda la casa.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Mir, mira cómo estás poniendo la casa. Que hoy están de día libre Clara Clotilde y Mildred María.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¿Qué cómo estoy poniendo la casa?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― …..</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¿Qué cómo estoy poniendo la casa? ¿Y tú, cómo estás poniendo la ropa? ¿Qué quieres, que llame a mi madre para que te la planche o qué? Y te lo digo otra vez: mi madre es la única que me llama Juani. No te lo digo más.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Daniel rompió a llorar. Estaba desesperado. No sabía qué ponerse. Temía que alguno de los periodistas, alguna más bien, se diera cuenta de que repetía traje. Los dos eran conscientes de lo importante que era eso en sus carreras profesionales.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Dani, venga. No te pongas así. Ya verás cómo encontramos una solución.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>A Juani, Miranda, se le cayó la toalla, dejando a relucir esos pechos de diseño que le talló el Dr López Casas, a la sazón primo por parte de padre del recién casado Casto, más conocido como Kastuloppi. Esto la excitó, y abrazó a Daniel, con cuidado de ir echando a un lado el vestuario que andaba por medio. Pero Daniel no estaba para mucho trajín, nunca mejor dicho.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Espérate un poco, Ju…Miranda. Primero ayúdame a elegir lo que me voy a poner. No tengo ni siquiera preparado el discurso por si me dan el premio. No sé qué voy a decir ni qué ponerme. Y hasta que no sepa qué ponerme, ni sé lo que voy a decir ni me pone nada.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span><span style="mso-spacerun:yes"> </span>Juani, o Miranda, se levantó de inmediato y se recolocó los pechos dentro de la toalla.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¡A ver qué te vas a poner! ¡A ver qué te vas a poner! ― repitió registrando la ropa que había sobre la cama ―. ¿Por qué no te pones esto? ― preguntó señalando una chaqueta de pana beige, que hacía juego con el pañuelo palestino que se compraron cuando asistieron al Festival de Cine de terror de Gaza.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Es que esa me la puse para la manifestación contra la guerra.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¿Y esta otra? ― señalaba otra de color negro, que con la camisa negra y la corbata blanca, le daba un cierto aire distinguido, muy catalán. Y ya que los premios eran en Barcelona, podría traerte hasta buena suerte.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Esa me la he puesto ya dos veces. Una en la manifestación contra el chapapote. Y la otra cuando ganaste tú el Paco Martínez Soria del año pasado.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>A Miranda, bautizada como Juani, se le cayó otra vez la toalla. Pero esta vez de furia.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¿Y no te gusta repetir? ¿Y no te gusta repetir? ¿Y por qué te lo pusiste para mi premio? Sois todos iguales ― apenas respiró para continuar ―. Solo os importan vuestros cojones. En mi premio vas y repites ropa, y no te importa. Pero ahora con el tuyo…. ¿Sabes lo que te digo? Que te den por el culo, que yo voy a fumarme un cigarro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― Pero Mir, por favor, si no es porque te lo he dicho ahora…. No te diste ni cuenta.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Pero Juani, conocida artísticamente como Miranda Raya, había salido volando para el salón en busca de un cigarrito. Volando, en el sentido estricto.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¡Coñoooo! ― el mojado suelo de mármol blanco hizo de sonora pista de patinaje.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¡Juani! ― exclamó Daniel, escuchando un sonoro ruido que no podía ser otra cosa que un tremendo costalazo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>― ¡Que no me llames Juani! ― replicó mientras se levantaba semidesnuda y con el trasero dolorido y visiblemente sonrosado.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Daniel se volvió al vestidor. Sentía cómo todo se le venía encima. Pietro de luna de miel, Miranda, es decir, Juani, enfadada y él, sin saber qué ponerse. Todo se le estaba viniendo encima. Su relación de pareja zozobraba. Incluso pensaba que, cualquier día de estos, Miranda quisiera vender una exclusiva sobre su posible ruptura de relación. O aún peor, que luego fuera a la tele a contar sus irregularidades amatorias. Para más inri, el futuro se presentaba poco halagüeño. Se había mojado demasiado por Zapatero. Al menos había quien estaba peor que él.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Trató de serenarse ordenando la ropa que había sacado del vestidor. En ese momento, vio la foto de doña Juana, la madre de su Juani, sobre su mesita de noche. Con su vestido negro y su eterno rodete. Entonces cayó en la cuenta del esfuerzo que hizo esa madre por educar a su hija, por hacer de su Juani toda una Miranda Raya. Recordó que no tenía foto de su madre en la suya. Ella no era como la de Juani, ahora Miranda. Era actriz, pero también había luchado lo suyo por él, y por inculcarle su profesión y sus principios progresistas.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="mso-tab-count:1"> </span>Eligió el conjunto negro, el mismo del chapapote y del paco Martínez Soria. Y que saliera el solo por Antequera, que recordaba que era provincia de Córdoba. Se fue a la cocina a por la fregona. Seguro que no sería difícil manejarla. Antes entró en el baño, y puso el agua del jacuzzi a calentar. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8029045774663839338.post-20689309505310877762010-06-03T00:22:00.003+02:002010-06-03T00:28:48.282+02:00CARIÑOSO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYDzbt4iLhj1I1QrE0UnTPFU4VMG8Nh9Evm3wMnK6qwdumtv8yzZCsMH5VLhUWOo41AJy7eUGH1z59NoXa86aWQjWawwIgWaGQrIH1QxJaXVCfAqkeexey3UG9-0UkbfxgAMJGxFbEfzHf/s1600/cupon.jpg"><br /></a><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhq-BNhOxmaa6od-17bYIp0tmHGWEsK8fnJCHFXrpHK6EiwKi7sD7vJwWxS3bnLa9ZGb5WLpiYbFGQM3Jpzo1r2UirNX-gsuRATWsADwLLvgGNGaGK55Cwgi9_hDPFwaWRXjrSnf5lErONl/s1600/cupon.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 188px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhq-BNhOxmaa6od-17bYIp0tmHGWEsK8fnJCHFXrpHK6EiwKi7sD7vJwWxS3bnLa9ZGb5WLpiYbFGQM3Jpzo1r2UirNX-gsuRATWsADwLLvgGNGaGK55Cwgi9_hDPFwaWRXjrSnf5lErONl/s320/cupon.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5478305859124230322" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Su frontera siempre fue la Gran Plaza. No pasaba más allá del Opencor que habían puesto en el antiguo bar de La Ponderosa, donde paraba su amigo Carlos, el vendedor de cupones. Todas las tardes, desde muy temprano, se le podía encontrar allí, en invierno o en verano. Incluso si Carlos estaba enfermo y no podía vender ese día, Currito le guardaba el espacio, como si se lo fueran a quitar.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Al mediodía se echaba su refresquito y su cigarro en el bar de al lado, esperando a que llegase Carlos. Hacía tiempo que no bebía, desde que le habían cambiado las pastillas de los nervios en Salud Mental. No le pesó abandonar la bebida, y eso que le dio más de un disgusto de jovencito, acabando en comisaría más de una vez por peleas con los hippies de los Pajaritos. Pero las pastillas y la edad, le habían cambiado por completo. O lo que se puede cambiar.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Su antiguo pelo largo rubio se había acortado al máximo, y le estaban apareciendo las canas ahora que se acercaba a la cincuentena. Las gruesas gafas que llevaba tampoco lo rejuvenecían precisamente. Había engordado unos kilos, a pesar de que su aspecto seguía siendo recio, fuerte. Sobre todo por ese cuello ancho y no demasiado largo, y sus anchas espaldas, que junto a su escasa inteligencia, le conferían una imagen de gorila que había conseguido transformar en otra más amable y bonachona.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">A pesar de que hacía ya más de diez años que su madre murió ― su padre falleció bastante antes en un ajuste de cuentas entre borrachos ― se le veía limpio y cuidado. La ropa siempre la llevaba inmaculada, recién planchada, y eso que ninguna de sus dos hermanas lo visitaban más de una vez al mes. Currito se sentía orgulloso, y cuando alguien se lo hacía notar, contestaba «voy hecho un pincel», o si era por primavera, con aquello de «voy de Domingo de Ramos».</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">En el barrio daba por hecho que en todos sitios le fiaban, pero también es cierto que nunca dejó una cuenta por pagar, con una memoria para eso que desdecía su falta de seso y preparación para las cuentas y los estudios.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Cada vez que se cruzaba con alguien, lo saludaba diciéndole «cariñoso» o «cariñosa», y arrancaba una sonrisa hasta a las personas más solas del barrio. Le hacía los recados a mucha gente, y cuando el calor sevillano comenzaba a hacer de las suyas, se bajaba a la puerta de la casa, y apoyaba el pie en el muro del edificio de enfrente, en espera de que alguien pasase para darle conversación. Quien tuviese que pasar por allí, era más que probable que tardase quince minutos más en hacer lo que tenía pensado.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">A todos les contaba cosas de tiempos pasados, y a los que eran de su edad, les hacía partícipes de aventuras pasadas juntos que nunca sucedieron. Echaba mucho de menos la bolera que estaba donde ahora hay una tienda de los chinos, en la que jugaba sus partidas de futbolín y probablemente comenzó a tomar sus primeras copas de niño.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">A pesar de su pasado de alcohol y de peleas, nunca le oyó nadie decir grosería alguna a ninguna mujer. Ni siquiera en los bares de hombres que frecuentaba ― esos de serrín en el suelo para los escupitajos y carajillo mañanero ― hubo quien le lograse hacerlo cómplice de las conversaciones habituales de los paisanos.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Sólo una vez volvió a utilizar la violencia que tan mala fama le dio de joven, pero fue para agarrar a un chorizo que le había quitado género a su amigo Juanito, el del puesto de frutas del mercado. Y nada más que fue para tirarlo al suelo e inmovilizarlo mientras venía el guarda jurado. Ese día no paró de enseñarle el bíceps a la gente del barrio que lo felicitaba por su captura.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Los maridos de sus dos hermanas nunca lo quisieron demasiado. Ya habían desistido de ingresarlo en un centro psiquiátrico, por lo que habían perdido la esperanza de poder vender la casa y repartirse las ganancias. El que más insistió fue el de la Mari, la hermana pequeña, que se dejó embarazar por este tipo en el bar de alterne en el que trabajaba. A pesar de esto, tampoco jamás habló mal de sus cuñados ni de sus hermanas. Es más, cuando alguna vez lo llevaban a comprar en un hipermercado, no paraba de contarlo por el barrio, celebrando lo que había disfrutado del paseo y de las cosas que le había comprado a su hermana y sus sobrinos.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Según comentaba la rubita de la farmacia, nunca dejaba de tomar sus pastillas, y siempre presumía de lo caras que eran, como el que conduce un Mercedes. Eso había sido lo que le había hecho controlarse, porque siempre quiso tener un Mercedes como el de los toreros.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Esta mañana ha llegado la policía a la puerta de su casa. Su vecina la ha avisado, porque la tele llevaba cuatro días a toda pastilla, de día y de noche. Han roto la puerta de la casa y se han encontrado a Currito tendido boca abajo en el salón. Olía muy mal en el piso, a pesar de que todo estaba muy cuidado y no había signos de desorden.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">« Dicen que debe haber sido un infarto», ha dicho otra vecina. Currito salió de su casa enfundado en una bolsa plateada, con la Mari acompañando a la policía.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt">Por la tarde, Juanito el frutero estaba en la cola de la lotería primitiva. Mari y su marido salieron de la casa con una caja de cartón llena de cosas.</p>Manuel Machucahttp://www.blogger.com/profile/00209609783347801403noreply@blogger.com0