domingo, 24 de octubre de 2010

NACIONALISMO POSITIVO EN CHILE


Después de setenta días atrapados bajo la tierra, los treinta y tres mineros fueron saliendo uno a uno a la superficie en la cápsula Fénix, decorada con los colores de la enseña nacional chilena. Durante los días del milagroso rescate, la transmisión de las imágenes televisivas dejaba ver una bandera de Chile, colocada en la pared de la gruta que sirvió de cobijo a estos seres humanos, que han demostrado una fuerza, una tenacidad y un afán de lucha digno de mayor estudio.

Dicen que toda comparación es odiosa, aunque es más que probable que quien lo afirmó fuese alguien que no salía bien parado de tal comparación. A pesar de todo, no me resisto a pensar, y a establecer cierto parangón, con lo que hubiera pasado si este desastre minero, hubiera ocurrido en España. A nadie se le habría ocurrido decorar la cápsula con los colores de la bandera española, ni mucho menos que una bajase hasta el fondo de la mina. Si acaso, se hubiera inundado de enseñas autonómicas por cada representación minera que hubiera allá abajo, y presidentes de tal o cual autonomía combatirían en protagonismo, expresado en mutuas acusaciones entre ellos y sobre todo, con el gobierno central acerca del desastre.

Dicho esto en tono hiperbólico y no carente de buenas dosis de sarcasmo, tenemos que reconocer que Chile nos ha dado dos lecciones en este año, con su reacción ante la catástrofe natural del terremoto, y con otra desgracia no tan natural como la del derrumbe de la mina, de cómo extraer virtudes positivas a un concepto tan denostado en España como es el de la patria. Y cuando me refiero a la patria, me da igual cual sea, la grande o la chica, la que tenemos o la que algunos desean pero carecen. Porque la diferencia esencial para que la patria sea algo positivo o negativo, está en hacer de ella un fin común por el que crecer y hacer desarrollar a la comunidad en todas las facetas, o aquel más excluyente, que trata de establecer diferencias con otros, basadas en una presunta superioridad, ya sea moral, económica, étnica o racial.

Mientras en el caso de Chile, la movilización del país ha tenido el motor fundamental en un concepto solidario de patria, con una finalidad que excedía el protagonismo de cualquier persona o estamento, el nacionalismo en España, ya sea españolista o el de cualquier autonomía, se ha basado en la endogamia y en la superioridad del nacional, en cualquiera de sus conceptos, frente al otro.

Resulta también paradójico que la independencia de la América conquistada por un país autonomista como España, diera lugar a diecinueve países diferentes, el mismo número que nuestras diecisiete autonomías más dos ciudades autónomas, mientras que la de otro fuertemente centralista como Portugal, produjese uno solo, Brasil, que ocupa el cuarenta y nueve por ciento de la superficie de Sudamérica.

Es cierto también que el nacionalismo de cualquier tamaño, ha servido muchas veces para ocultar carencias e intereses ocultos de ciertas minorías. Esto ha sido y sigue siendo así en España en sus diversas modalidades, y especialmente en una América Latina esquilmada por sus oligarquías tanto o más que por sus antiguos conquistadores. No hay más que ver ejemplos como los que ofrece el nacionalismo bolivariano en Venezuela, o el peronista de Argentina, por poner ejemplos del continente americano, o en el caso de España, el reciente by-pass urdido por el socialista ¿? Zapatero y el PNV a los socialistas que gobiernan en el País Vasco, o el resurgimiento del nacional- catolicismo, evocando tiempos pasados en los que, en nombre de Dios, se imponía su verdad sobre la de otros.

No hay que olvidar que el nacionalismo, o un concepto endogámico de nacionalismo en el que es muy fácil caer, ha sido el causante de muchas guerras y desgracias en el mundo. Pero creo que en estos días es justo reconocerle el papel positivo que ha jugado en esta catástrofe, junto a otros conceptos puestos en tela de juicio en nuestros días, como los de familia o religión. Por ello siempre hay que tener presente el lema que nos dejó un nacionalista andaluz como Blas Infante, como señal de lo que debe ser una patria: “Andalucía, por sí, para España y la humanidad”.

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