Querido Melquiades:
Falta menos de un mes para nuestro aniversario de boda. Dieciocho años ya, desde que don Arnulfo, que Dios lo tenga a su lado, nos casó en Santa Anita. Cómo pasa el tiempo. Mejor dicho, cómo pasaba hasta que me vine para España, va para dos años. ¿Te acuerdas de la fiesta de los quince de Daisy? Fue la más triste que ninguno pudimos imaginar, sabiendo que los boletos para irme estaban listos para dos semanas después.
Hoy quería escribirte esta carta. He aprovechado que la señora y su esposo han venido a recoger a la mamá, doña Soledad, para dar una vueltica con ella y llevarla a donde sus hijos. Quería escribirte como te dije antes, porque me gustaría que pudieras tener esta carta antes de que llegue nuestro aniversario. Seguiré yendo al locutorio el sábado para hablar un ratico contigo, y para ver si encuentro en el chat a Daysita o a Henry, pero tenía ganas de ponerte estas letritas, como cuando estábamos de novios en Tambo Grande, nuestro pueblo querido.
Dirás que me volví loca, pero quería decirte cuánto te extraño, mi Melquiades querido. He apagado el celular para que tus llamadas no me distraigan. No te puedes imaginar lo que siento cuando oigo la vibración de tus llamadas perdidas en el bolsillo del delantal. Mi señora dice que soy muy llorona, pero no logro evitar que se me salten las lágrimas cuando escucho tus llamadas. Y aún más cuando te las respondo. Lo dejo sonar una, dos veces, y cuelgo. Te es el primer sonido; amo el segundo.
Mi señora dice que tiene una amiga que está buscando un guarda para su hacienda, y que te podría interesar, que va a hacer todo lo posible por que puedan hacerte los trámites. Tienes que convencer a los chicos, y nos volveríamos a juntar todos. Son ya dos años que no os veo, que no te siento, mi amor, que no nos abrazamos. Tienes que hablar con ellos. Con tu salario y el mío podríamos vivir bien acá. Ya no tendríamos que mandar tanta plata, ya sólo un poco para mi papá y mi mamá, pero ellos necesitan poco.
De repente quería escribirte para decirte lo que te amo y me sale esta carta. No importa. Te necesito, os necesito a todos conmigo. A veces pienso si ha merecido la pena el sacrificio. El trabajo no es malo, mi señora me tiene cariño y su mamá habla poco. Por las mañanas, después de bañar a doña Soledad, la saco al parque, y allí me junto con una characata, la señora Apolonia y otra de Piura. doña Aquilina, y juntas tomamos el sol con nuestras señoras y echamos nuestras lagrimitas, que los días dan para todo. Pero cuando entro en mi cuarto veo que de ustedes nomás que tengo sus fotos junto a la estampita del señor de los Milagros, al que le rezo todos los días por ustedes, y porque sea tan milagroso que nos pueda juntar de nuevo.
Estoy preocupada sobre todo por Henry. No debiste comprarle la motocicleta con el dinero que te envío. Me da miedo que haga el loco, que Lima es muy peligrosa para manejar. Y Daysita me dijo el otro día por el chat que tenía un enamorado. Tienes que saber quién es, y tenemos que convencerla de que se venga si sale tu empleo, porque el abogado de nuestra asociación de emigrantes dice, que si la niña cumple los dieciocho, ya no nos la podemos traer con nosotros.
Yo sé que si todos nos juntamos aquí la vida será otra. Y dejarás de tomar. Yo sé que los tragos son porque me extrañas y porque estás triste. Aquí no es fácil encontrar pisco, así que en cuanto puedas venirte dejarás de tomar, y tendrás de nuevo a tu Rosita para que te cuide.
Mi amor, te tengo que dejar ahora, porque prontito estará doña Soledad por acá. No tardan mucho en devolvérmela. Voy a alistarle sus remedios y calentarle su sopita. Encenderé el celular de nuevo y te haré una llamada perdida. Espero que me la devuelvas tú también.
Manda muchos saludos a nuestros vecinos. Diles que estoy bien, con muchas ganas de visitarles. Y muchos cariños a mi mamá y mi papá. Y a los chicos. Cuídense mucho, los extraño, los adoro, los amo con toda el alma. Que Dios les bendiga.
Tuya
Rosita