martes, 23 de agosto de 2011

LA TRANSICIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA, UNA TAREA PENDIENTE


La visita del Papa a España ha dejado traslucir una de nuestras grandes tareas colectivas pendientes en España, pasar de ser un Estado fuertemente influido por la religión, a otro en el que esta pase definitivamente al ámbito privado de cada cual que deje de ser elemento de confrontación. No se trata solo de que el Estado se declare aconfesional en la Constitución. Hay países oficialmente católicos como Argentina, en el que la bandera del país está en los altares de las iglesias junto a la del Vaticano, y sin embargo sus habitantes muestran una gran tolerancia en esta materia, quizás por ser un país en el que se han instalado emigrantes procedentes de países y religiones muy diferentes. A nadie le interesan, ni le molestan las creencias del otro, que incluso se expresan en cualquier conversación con la mayor naturalidad, sin tener que bajar la voz.
Sin embargo, en lo que se refiere a temas religiosos, y también en los ideológicos, la sociedad española está marcada por ser en una sociedad de “antis”. Tenemos más facilidad de definir nuestras ideas en confrontación con las de los otros, que tratando de explicar las nuestras. En esto, los políticos actuales de cualquier color (aunque ahora el más predominante y casi único sea el gris) son maestros al tratar de explicar, más que lo que quieren hacer, el peligro de lo que otros pretenden, o lo que estos harían en el caso de que estuvieran gobernando. Pero en lo religioso, lo “anti” aún más palpable, aunque solo salga a relucir cuando aparecen en el debate cuestiones que tengan que ver con las creencias.
En este país se está perdiendo la batalla de la laicidad, en favor de un anticlericalismo que solo beneficia al victimismo que aduce una parte de la Jerarquía católica y un sector más conservador de sus feligreses, a veces nostálgica de la influencia que ejercía en nuestra sociedad en tiempos pasados y que, pese a todo, se va perdiendo sin remisión.
La verdadera laicidad pasa por el respeto a toda creencia religiosa y a la no creencia. El Estado debe ser muy cuidadoso en realizar inversiones, y la rentabilidad no es un argumento absoluto  para hacerlas, en temas que puedan provocar que un sector de la población se sienta agredido. Pero quienes no formen parte de una religión no pueden sentirse ofendidos porque el espacio público, que es de todos, pueda utilizarse por cualquier grupo ciudadano.
Si hay quien piensa que la Iglesia Católica mantiene privilegios en este país, y si sectores de la misma se sienten perseguidos, es que algo está fallando en materia de diálogo. También nos debe hacer reflexionar que en países como Australia, que no es precisamente un Estado de tradición católica, la Jornada Mundial de la Juventud fue una fiesta en la que participó quien quiso y nadie se sintió molesto.
Si esta Jornada tiene un discutible valor pastoral, si atrae a un perfil de católicos más cercanos a la Jerarquía y menos apegado a  las capas más desfavorecidas de la sociedad; si el mensaje que se traslada se ve lejano a lo que Jesucristo transmitió en vida, e incluso se cuestiona su figura, eso es un problema interno de los católicos y tendrá sus consecuencias sobre la imagen y relevancia de quienes nos sentimos parte de este colectivo.
Esto no quita que sea absolutamente necesario revisar la relación de la Iglesia Católica y el Estado, poner en valor las colaboraciones que estén siendo beneficiosas, y eliminar aquello que sea contrario a la aconfesionalidad estatal. Porque al igual que pocos dudan del valor de ciertas estructuras de la Iglesia en la lucha contra la pobreza, más controversia se produce con su papel en la educación pública, y aún más discutible resulta la presencia de los representantes del Estado en procesiones y manifestaciones religiosas, que solo deben afectar a quienes se consideren integrados en las mismas, y en las que nuestros políticos solo deberían participar a título personal, si así lo consideran.
La laicidad solo podrá ser una realidad si se abandona el anticlericalismo, si algunos católicos dejan de explotar el victimismo, y si los políticos dejan de utilizar la religión en su provecho.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Muy bueno Manolo, me sumo a tus posiciones, aunque los de enmedio recibamos siempre palos de los de ambos lados

Manuel Machuca dijo...

Así es, pero porque es una mirada prejuiciosa y estrecha. La coherencia tiene que ser nuestro motor siempre