jueves, 26 de febrero de 2009

EL CONVENIO


Parecía que por fin la negociación del convenio se había desatascado. Los representantes sindicales habían dado su brazo a torcer, en lo que se refiere al incremento de sueldo para los próximos cuatro años. Lo que otras veces era el nudo gordiano del acuerdo, gracias a la crisis se había pasado como de puntillas. Algo bueno debería tener la situación, pensarían Rodolfo Muniesa, director de recursos humanos y Santiago del Val, responsable de marketing de Variedades Pekín, empresa especializada en la atención a bazares orientales, locutorios latinos y comercio minorista de atención al emigrante; y también de toda clase de caprichos para hijos de padres divorciados con pocos recursos, y familias españolas de medio pelo.
Se hizo un receso para el café. Santiago y Rodolfo salieron al bar del Polígono Industrial, mientras los enlaces sindicales optaban por quedarse en el Departamento de Cata e I+ D, a probar unos nuevos pastelillos, denominados TIGLETONES que, recién venidos de Shangai, aspiraban a ser la competencia de los Bollycaos en estos establecimientos. Los recesos allí eran entretenidos, porque se aprovechaba para probar la nueva mercancía. A veces se hacían guerras con nuevas espadas de plástico, en ocasiones se organizaban partidos de fútbol con la conocida marca de balones Childrenworkingallthetime, pero lo más divertido era cuando llegaban los disfraces para las originales fiestas de Carnaval que se organizan en las guarderías. Esta vez, los enlaces se daban patadas en el culo por descansar en el Departamento de Cata, puesto que había llegado una nueva partida de tangas rojos, masculinos y femeninos, para despedidas de solteros, y la camarada Juani, que está como un tren, debía probarlas, junto a un elegido. Especialmente nerviosos estaban los enlaces de UGT, ya que Juani era de Comisiones Obreras, y por convenio de convenio, cuando cataba un representante de una central sindical, el complementario debía ser de la otra central hermana. De los sucesos del año pasado por estas fechas, los camaradas Paqui y Miguelín inauguraron en la empresa las bajas maternales por parejas, que durante tanto tiempo reivindicaron.
Pero había algo que incomodaba a Rodolfo:
―Santi, estoy preocupado por lo último que ha mencionado García.
―¿A qué te refieres? Si esto ya está chupao, falta la firma y ya está. Nada más que vengan de probar las bragas con la Juani, estos firman.
―Que no, Santi, que no. Que García tiene muy mala leche, y verás cómo esto se nos encona.
―¿Qué se nos va a enconar?
―Lo de los power points, que quieren meterlo en el convenio.
―¿Power points? Pero si eso solo afecta a los de la oficina.
―Tú verás cómo nos la dan. Y ya sabes que García no va a catar a la Juani, porque eso es cosa de los obreros de almacén.
―Rodolfo, joder. No me vengas con esas, verás cómo no pasa nada y esto termina fetén.
A la vuelta del café, únicamente encontraron a García esperándoles. El resto de enlaces sindicales optaron por quedarse en el Departamento de Cata e I+ D y entregaron su representación para la firma del convenio al representante de administración. Había llegado una nueva partida de muñecas hinchables de ambos sexos, con sonido multimedia y susurros programables incorporados, que debían inspeccionarse en el Departamento.
―Caramba, García, cómo está subiendo usted en prestigio en la empresa―le dijo Santiago del Val―. En poco tiempo le vemos de jefe de administración.
A García poco pareció importarle la adulación. Tras sus lentes redondas, se adivinaba en sus ojos que tenía muy claro lo que debía hacer.
―Siéntense, por favor. Hay algo muy importante de lo que les debo hablar. Los de administración exigimos un requisito adicional antes de firmar el convenio.
―¿De qué se trata, García? ―No me vaya a venir con lo de la hora del bocadillo, que eso ya lo consiguieron―contestó Rodolfo Muniesa―. Creo que ya fue suficiente con eso.
―Mire, don Rodolfo, creo que hay cosas muy importantes que debemos regular en esta casa. Por el bien de todos.
―¿De qué se trata? ―preguntó Santiago.
―Se trata ni más ni menos que de intentar avanzar hacia que tengamos la misma consideración de los empleados públicos, especialmente en una materia que me atañe.
―Continúe, García―aseveró Muniesa―. Usted sabe que esto es una empresa privada, que se preocupa por hacer felices a sus empleados, pero no somos una empresa pública.
―Pero debemos aspirar a tener los mismos derechos―protestó García―. Además, para mí personalmente, esto es importante.
―Al grano, García―espetó del Val.
―Quiero que quede regulado en el convenio nuestra hora de power points.
―¿Qué nos está diciendo, García? ―se sorprendió el director de recursos humanos.
―Lo que oye, don Rodolfo. Por el bien de la empresa, y en aras de aumentar la productividad, exijo que se regule por convenio, nuestro derecho a media hora diaria de envío y recepción de power points.
Los socios se miraron uno a otro, sin poder pronunciar palabra alguna.
―Tengo plenos poderes, les recuerdo―prosiguió García―. Deben eliminar el filtro anti Spam de nuestros ordenadores, para facilitar los envíos y recepciones. Para mí es muy importante eso. Para mi productividad incluso. Porque desde que recibo los power points de autoestima, soy otro, y me veo mucho más capaz.
―Pero..
―Ni peros ni nada―interrumpió García―.Estoy dispuesto a regular que los de sexo no sean más del 20% de los envíos. Incluso que los de contenido religioso sean desviados a una carpeta especial para garantizar la libertad religiosa en la empresa. Pero la media hora diaria no es negociable.
―….
―Y para que vean que miro por la empresa y no me tengan por uno de esos obreros―prosiguió García―, estoy dispuesto a que se mantengan en el spam a los power points que pudieran atentar contra la identidad de la empresa. Me refiero a los que se meten con chinos, sudacas y demás clientes potenciales.
―Esto es inconcebible, García―dijo Muniesa.
―Pues esto es lo que hay―respondió el nuevo responsable de los trabajadores―. A ver si usted se va a creer que no sé lo que le gusta a usted la página de lametones.com. ¿Su mujer sabe algo, por cierto?
― García, solo estoy buscando nuevos productos para la empresa cuando abro esa página.
―Firme aquí, don Rodolfo, que este convenio que le traigo es el bueno.
Rodolfo se echó las manos al bolsillo de la chaqueta y pidió prestado a su socio un bolígrafo.