jueves, 18 de diciembre de 2008

SER O NO SER


Por una parte me gustaría, pero por otra parte no me atrevo. Incluso no estoy realmente seguro de que eso sea bueno. Bueno para mí, y bueno para ella también. No quiero ser egoísta en esto, porque nos jugamos mucho ambos, y no puedo pensar solo en mí. Nunca he sido así y no voy a empezar a cambiar ahora, a mis cuarenta y nueve años.
Es cierto que quizás a ella no le importaría, hasta puede que lo desee. O que sea lo que más quiera en este momento, pero hay que tener en cuenta las consecuencias que de eso se pueda derivar. Porque no podemos pensar que vivir el momento después no sea algo que paguemos luego. Y es un alto precio el que podemos pagar. ¡Ambos! ¡Sí, sí, ambos! Esto hay que tenerlo bien claro. Y por eso, prefiero dar otra vuelta antes de sacar el tema. Esperar a ver si se me ocurre otra alternativa, otra posibilidad. Porque ya me dijeron en el curso de autoestima, que a veces nos obsesionamos con una única solución posible, y casi todo puede tener varias posibilidades a escoger.
Y claro que sé que tengo varias posibilidades. Algunas mejores y otras no tanto. Pero todas tienen sus consecuencias, y a mi lo que me preocupan de verdad son las consecuencias. Si no fuera por eso, ya habría tomado la decisión.
Voy a tirar por la calle de la derecha, que es más fresquita, a ver si se me aclaran un poco las ideas. ¡Dios mío! Ahí está ella. Imposible darme la vuelta ahora.
Paco, ¿qué haces por aquí? Con lo delicado que eres de la garganta, te vas a resfriar. Y luego te quejas. Anda…anda, que te voy a apretar bien la bufanda. Ganas me dan de apretarte de verdad, Paquito.
Me la está anudando al cuello. Esas maravillosas manos que tanto me gustaban. Esas uñas, cuidadamente pintadas siempre. Y largas, siempre largas. Nunca le importaron las modas. Tan solo el año pasado, cuando cumplió cuarenta y cinco, se las pintó con florecitas. Pero se sintió tan ridícula, que pronto dejó ese afán por sentirse más joven.
Algo que por otra parte, tiene sus ventajas, porque también me daba juego. En la cama, se entiende. Pero también es cierto que a mí eso me atosigaba un poco. Porque a un hombre como yo, lo que de verdad le va es llevar el mando. En esto, en la tele y en todo. Y en esos momentos, me sentía algo cohibido, como a la defensiva. Lo que tampoco está mal, qué caray. Porque también es cierto que en eso del sexo la variedad, la sorpresa, son excitantes. Y a mí, que me cuesta trabajo decidirme, pues siempre me facilitaba las cosas.
Quizás sea por aquello que confía tanto en mí, y nunca le molestó, al menos últimamente, que fuese a esas comidas de empresa y reuniones de negocio a las que he asistido en estos años. Aunque solo fuera para tomar notas de lo que decía mi jefe, porque a mí, la verdad sea dicha, me cuesta un poco elegir. Bueno, unas veces sí y otras no, porque cuando hay que tomar alguna, se toma. Y si no, para eso siempre ha estado Virginia.
Pero ahora tengo que decidir solo. Ahora no hay Virginia que valga. No sé qué pensará de mi cuándo se entere. Probablemente se enterará de todo nada más que se lo diga. Y atará cabos, y verá que todo se originó al darme tanta libertad para asistir a esas comidas de trabajo.
― Virginia, cariño. Tengo que hacer unas cosas, ¿nos vemos luego en la frutería?
― Como quieras, Paco, pero abrígate, que no quiero que te resfríes.
― ¿Me esperas entonces por allí?
― Yo te espero siempre ― me contestó agarrándose a mi bufanda, y poniéndome la rodilla sobre mi sexo ―.
La que me espera esta noche. Dios santo, otro problema. Porque tiene ganas, lo sé, tiene ganas. Se ha delatado con eso que me ha hecho. Y yo sin decirle nada. ¿Seré cobarde?
Bueno, soy cobarde, lo reconozco, porque no le he dicho nada. Pero por otra parte, soy prudente, porque debo tener claro que lo que estoy pensando es definitivo. Sin vuelta atrás. Porque a ver quién se vuelve atrás después de haber tomado una decisión como esa. No podría cambiarla, y con las consecuencias de todo tipo que tendría. Y económicas también, por supuesto, porque todo lo hemos llevado a medias. No tenemos separación de bienes y todo lo hemos compartido siempre. Por tanto, lo que pase, tiene un precio y tendrá consecuencias sobre nuestra economía.
Pero creo que ha llegado mi momento. Hay que decidirse, lo sé. Y hay que hacerlo ya. Voy a por ella y nos presentamos en la frutería. Vamos a ver cómo se lo toma. Espero que bien, aunque por otra parte, también entendería que una sorpresa como esta le cueste trabajo asimilarla.
― Virginia, cariño. Aquí estoy.
― Paco, qué rápido has sido. ¿Y qué traes contigo? ― me preguntó señalándola sospechosa, por las transparencias que la envolvían, y que denotaban ese olor fresco que solo la tierna juventud puede desprender.
― Chanquetes, he comprado un kilo de chanquetes en la pescadería. Ya me decidí. Cuando quieras pasamos por caja. Ya está toda la compra hecha.
― Este es mi Paco. Verás como se los pongo yo esta noche a mi machote.
Sentí clavarse la uña del pulgar derecho sobre mi barbilla. Pero esta vez, el carrito del supermercado protegió mis partes pudendas. Virginia se hizo un “tomate” en la media en la intentona. Por cierto, ¿tendrá que comprarse otras?

lunes, 8 de diciembre de 2008

PREPARANDO EL SOLSTICIO


― Camaradas, sed bienvenidos a esta Comisión. El partido os ha reunido con el objetivo que todos conocéis. Va ser una ardua batalla, pero debemos, tenemos la obligación de dar lo mejor de nosotros mismos, y que sea la victoria de ese laicismo integrador, solidario e igualitario que tanto anhelamos. Y no tenemos mucho tiempo, porque el presidente quiere anunciarlo en su mensaje navideño de este año a nuestro pueblo.
― Querrá decir para el mensaje del solsticio de invierno, compañero.
― Dices bien, camarada Ángel. Tenemos que hacer todo lo posible por dejar de usar este lenguaje sectario y antidemocrático que las hordas católicas han utilizado siempre para vejar a nuestro pueblo, para que nunca pueda salir de ese marasmo con el que la religión nos ha alienado. Por cierto, camarada, sería bueno que vaya pensando en cambiarse de nombre, porque no corresponde con nuestra línea, y si quiere tener futuro en el partido, tendrá que hacerlo.
― ¿Y cómo se hace eso, compañero? Porque así me bautizaron. ¿No podríamos hacer un “contrabautismo”? Alguna ceremonia laica que nos purificase de nuestras culpas católicas, y que nos dejasen limpios de ese pecado original de nuestros primeros padres nacionalcatólicos, de esa derecha cerril que hundió nuestra república y sumió a este estado de nuestras culpas en un valle de lágrimas.
― Bien dicho. Es una buena idea, que deberemos aportar a la plana mayor, con el presidente al frente. Sin embargo, debe cuidar un poco más su lenguaje, porque le he notado un cierto tufillo clerical en su manera de expresarse al final de su exposición, camarada Ángel. Y lo dicho, haga lo que le he comentado, y cambie su nombre.
― ¿Y me podría dar alguna idea, compañero?
― ¡Qué sé yo! Vladimiro, Solidario, Agnosticiano, Carlosdargüin… Piense un poco. Y deje de interrumpirme, que me llevan los demonios con usted.
― Una pregunta, compañero ― interrumpe otro miembro de la Comisión, que estaba sentado a la derecha, dicho sea esto sin otra connotación, del coordinador ―. Según nuestra ideología, Dios no existe. ¿O sí existe? Es que estoy un poco liado. Porque ya sé que los obispos y esa gente hay que crucificarlos, laicamente se entiende. Pero, a lo que iba ¿y el demonio? Porque usted ha nombrado a los demonios, imagino que porque usted piensa que eran más de uno. Como la Santísima Trinidad, que eran tres en uno, como ese aceite pre-constitucional que había para las puertas. Perdone el lío a la hora de explicarme. Yo era carpintero, como San José, y siempre me salen ejemplos de mi oficio. A lo que iba, ¿se puede decir «que me llevan los demonios»? La verdad es que me estoy liando. Creo que necesitamos instrucciones precisas en esto.
― Juan de Dios ― murmura en voz baja el coordinador de la comisión, tapándose la boca ―. Llama a Pepiño. Yo no sé quién coño ha elegido a esta Comisión. Esto parece un contubernio judeo- masónico. Aquí hay infiltrados del PP, estoy seguro.
― ¿Y eso se puede decir, Jesús María? Que me suena a franquista.
― ¡Y yo qué sé! Y no me llames más Jesús María. Llámame Liberto, que me vas a arruinar la carrera, joder. Que en cuanto se apruebe la ley orgánica me voy a poner ese nombre. Y tú ve pensando en alguno. Porque el tuyo también rechina. Vaya pandilla que nos han buscado para esta Comisión. Uno carpintero, el otro soldador. Y el negro aquel del final, ¿de qué agrupación vendrá? Por lo menos su nombre será raro.
― Coño, Liberto, que somos un partido de clase. No hables así de los camaradas. Y se llama Noël, no sé si como el del arca o el del trineo, no me lo preguntes.
― ¡Pero esto es que es muy serio! Nos estamos jugando mucho, y hay que contar con las mejores mentes. A estos ya se lo damos después masticadito. Cada uno vale para lo que vale. Y esta gente es buena para ir con las pancartas y para saludar al presidente en las campañas. Es que no os enteráis los de la central. Dejadme la estrategia a mí y verás lo que hago.
― Bueno, ¿por dónde íbamos compañeros? ― continúa Liberto Jesús María ―. Retomemos la reunión.
― El compañero carpintero preguntaba si el demonio era bueno o era malo ― trata de centrar Noël.
― No, que si era de los nuestros o de ellos ― corrige el camarada carpintero ―.
― Ay Juande, que me da la alergia. ¡Aaaaatchiiiisss!
― ¡Jesús!
― ¡Liberto!
― Que era por el estornudo.
― Iros todos a tomar por culo.